Si bien es un concepto antiguo, revisar y actualizar la Misión, Visión y Valores de una organización es una tarea que debe tener a RR.HH. como eje en la definición de estos mensajes que no sólo sean bonitos para que figuren en un manual, política o paredes de una empresa, si no también para que los empleados los hagan suyos. Es capital, en estos tiempos, que, ante una situación mixta de teletrabajo (aunque no es real en este contexto de urgencia) y física, haya una comunicación eficaz para transmitir una responsabilidad y ética de trabajo.

Esto debe tenerlo claro la empresa en primer término. Si no lo ha hecho, debe comprender que, ante la transformación digital que estamos viviendo (y que se está acelerando), muchos programas informáticos minimizarán tareas que no agregan valor; por lo tanto, el gran reto es tener profesionales más analíticos y que tomen decisiones en cada área de negocio. RR.HH. tiene una responsabilidad enorme sobre esto ya que deberá reorientar sus políticas “pasivas” a unas más proactivas, aportando valor a cada departamento.

Si hablamos de propuestas para incrementar la responsabilidad social y la ética laboral, debemos aplicar nuevos criterios para la selección de personal donde se valoren (sobre todo) que el qué y el cómo de esas personas, que quieran formar parte de nuestro proyecto empresarial, estén alineadas con nuestra filosofía. La empleabilidad, más que nunca, requiere personas informadas, con criterio de análisis, con cierta solidez cultural y teniendo apertura y flexibilidad mental para comprender el modelo de negocio de la empresa para la que se trabajará. Sea como trabajador de la empresa, en remoto, colaborador, freelance o el nombre que queramos ponerle. Hoy, un profesional debe “madurar” estos conceptos, asumirlos y aportar e involucrarse en los proyectos.

Si buscamos esto para las futuras incorporaciones, crear un espacio (que no departamento) para los trabajadores actuales donde, una vez a la semana (por ejemplo), se conozca qué y cómo hace la empresa por ser más responsables y éticos, no sólo a nivel interno. También cómo afecta esto a nivel social. De esta forma, implicar a las personas a que participen con políticas sostenibles en el tiempo para que no se convierta en una moda. Trabajando y conociendo la motivación de nuestros empleados, se pueden involucrar en temas o actividades que les preocupen o afecten y así, estar más conectados y comprometidos con esas tareas o funciones. Estos espacios podrían estar liderados por un representante de cada departamento que no sea su responsable. Se trata de dar “poder” para generar confianza, criterio, creatividad y aporte de soluciones desde dentro de la organización. Se acabó el tiempo de “no tenemos tiempo”.

Como la transformación digital, la responsabilidad social y ética del trabajo, requieren una continua acción para que las personas tomen consciencia, se adapten y asuman como propio este cambio de paradigmas que vivimos donde estos temas mencionados son claves para un modelo demandado de conciliación laboral y personal. No sólo compete a las empresas el cambio; también es responsabilidad de los trabajadores. Abandonar la “adolescencia” (que lo hagan otros) para asumir, todas y cada una de las personas de la organización, esa madurez necesaria en tiempos de cambio.

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