Fue cuando comprendí que el recorrido (y no adónde voy) era lo esencial. Ahí todo cobraba otra dimensión. Estamos rodeados de muchos conceptos precedidos por modas que nos dictaminan cómo ser feliz, cómo conectar con nosotros mismos, cómo amarnos, cómo relacionarnos… Nos estamos olvidando de ser fieles a quiénes somos. Estamos perdiendo la esencia de la personalidad del ser humano. Una esencia que va madurando hacia la persona que queremos ser.
Con nuestros aciertos y nuestros defectos. No hay que pensarlo demasiado. Hay que actuar. ¡Si quieres algo, ve y disfrútalo, sin más! Si no, es que no lo querías realmente. Cuando una persona pasa por tu vida, crea expectativas, ganas, deseos, querer compartir, experimentar y un sinfín de emociones y sentimientos que, ambas personas, saben honestos. Eso se percibe, se huele. Nuestro cuerpo habla. Nuestro comportamiento dice de nuestras intenciones. Sólo hay que dejarse fluir y disfrutar; sin culpas. “Jugar con la imaginación, sin tener que pedir perdón. A la vida hay que hacerle el amor; sin drama, con locura y pasión…”, cantaba el inolvidable Federico Moura.
Estés dónde estés. En la playa, en la ciudad, en el pueblo. Si lees esta segunda carta de agosto que pretende ser distendida pero reflexiva sobre cómo llevamos nuestra vida, ¿qué consejo te darías ahora mismo? Patea el tablero y hazlo. Sal. No importa adónde vas. Importa este mismo momento. No olvides ser tú mismo (o misma. No voy a entrar en cuestiones dialécticas pero al usar el genérico, respeto a ambos sexos, géneros o lo que se esté por inventar. Seamos maduros).
Conocí a una bellísima persona que, por no tomar las riendas de su vida, por no atreverse, se veía presa dentro de su propio cuerpo. Mi cuerpo es una cárcel, casi se le escuchaba susurrar. Era tal el muro que tenía ante sí que cualquier cosa que ocurriera ante sus narices, chocaba con su ego que actuaba, a la defensiva, no permitiéndole observarse. Autoconsciencia. Autoconocimiento. ¿Sabes qué? Con lo que cuesta encontrar a una bellísima persona para que ella misma (la persona) se levante su propio muro.
¿Qué hay que conocer en profundidad los problemas que pudiera tener? ¡Por supuesto! Pero, a nosotros mismos, nos define (insisto ante nosotros mismos y no ante las expectativas de los demás) la acción. El resto es literatura. El resto es falta de compromiso con uno mismo. Si tengo ganas de estar con alguien estoy y sino, no. ¡Uf! ¡Cómo si fuera tan fácil…! Lo es… sólo que existen miedos para dar pasos.
Mientras imagino como será la tercera carta de este agosto que me encuentra en la carretera, hazle el amor a la vida, sin drama, con locura y pasión. De lo contrario, estarás perdido en un horizonte que nunca llega. Te estarás perdiendo el aquí y ahora, pero no ese aquí y ahora místico. El real. El de carne y hueso que te permite estar con esa persona (¡quién sea!) recorriendo ese apasionante instante que nunca más volverá…