Llevamos unas décadas sabiendo que la neurociencia trabaja en la detección de cómo funciona nuestro cerebro. La tecnología de hoy permite unos avances brutales que, según los especialistas, trasladados al futuro, inquieta pensar hasta dónde seremos capaces de llegar. ¿Curar enfermedades degenerativas o manipular la mente? ¿Chips instalados en nuestro cerebro que pueden, a su vez, estar conectados a ordenadores? Puede parecer ciencia ficción pero ya se lleva tiempo hablando y avanzando en ello.

Victor Frankl, nos habló, a mediados del siglo pasado, sobre la libertad de poder elegir, a pesar de pasar por terribles circunstancias personales (sobrevivió, entre 1942 y 1945, en varios campos de concentración nazi, incluidos Auschwitz y Dachau). Su obra cumbre, “El hombre en busca de sentido” (de obligada lectura), nos revela como tenemos la opción de reaccionar ante estímulos externos dramáticos. En nuestra mente está la respuesta. ¿Puede ayudarnos la tecnología a ser mejores personas o superar traumas?

Siempre caemos en el tópico de que es fácil escribirlo pero difícil hacerlo. Pasar a la acción, tomar decisiones es un gran reto de vida en el que nos va nuestro desarrollo como personas. Depende de cómo estemos estimulados y las decisiones de vida, será nuestro presente, que, a su vez, estará condicionando y construyendo nuestro futuro. Siempre me gusta recordar la ya mítica frase que, en Batman Begins (2005), el personaje de Liam Neeson (Henri Ducard) le transmite a Bruce Wayne (Christian Bale), cuando este le dice que ha sido adiestrado: “El adiestramiento no es nada. La voluntad lo es todo. La voluntad de actuar”. Y que, “Para manipular los miedos ajenos, antes has de vencer los tuyos propios”.

Hay una realidad incuestionable: el avance tecnológico no dejará indiferente a nadie. Lo que aceptemos cada uno de nosotros está directamente vinculado a la educación, cultura y formación que hemos recibido. Habrá debates morales y éticos. Propios y externos. Pero la verdadera lucha está en nuestras emociones. Por nosotros mismos podemos llegar a gestionar nuestras emociones pero, ¿llegará la ciencia y la tecnología a penetrar nuestras mentes para manipularlas?

La certeza de muchos científicos es que trabajan en un escenario para ayudar a erradicar enfermedades como la degeneración neuronal, por ejemplo; el miedo, al mismo tiempo, es que se utilice para escenarios de mentes “sanas” y que ello repercuta de forma negativa en las personas. Como siempre hemos sabido, los avances científicos no son ni buenos ni malos, depende cómo se los utilice y con qué fin.

Cuando le reprochamos a nuestro cerebro que siempre ve lo que cree, y no lo que ve realmente, tenemos razones para estar preocupados por cómo podría afectarnos la “invasión” de la ciencia en nuestras mentes; al mismo tiempo, también es una muy buena razón para descubrir que, gracias a ese “autoengaño”, podemos ser creativos, imaginativos, adaptarnos a nuevas realidades.

De alguna forma, cuando hablamos de ser creativos, incluso nosotros mismos estamos ayudando a manipular nuestro cerebro. Necesitamos ver para creer; nuestro cerebro necesita crear para ver. Ciencia y mente: inquietante e ilusionante (al mismo tiempo y aunque sea contradictorio) reto de vida, presente y futuro.

¡Hola! ¿Cómo puedo ayudarte?