En mi labor como formador y consultor comercial y competencial, observo, no sólo en mi área de especialización, sino en otros departamentos, cómo se focalizan (o no) las personas. No puedo presumir de tener una estadística fiable ni medible pero los años (eso que llamamos experiencia) van aportando una claridad sobre una media que, en general, se cumple. La falta de un diálogo transparente, ciertas expectativas no expresadas y su consecuente frustración, llevan a perder foco en lo que hacemos.

Cuando un profesional realiza sus tareas, siempre debe comprender que, inexorablemente, está vinculado a otros departamentos; a otras personas. Nadie es un área estanca, incomunicadas entre sí. Eso no ha existido nunca en las organizaciones. Otra cosa es lo que cada persona quiera interpretar, incluso sugestionada por algún superior de un estilo rancio, mediocre y que, por supuesto, no quiere que su equipo de trabajo crezca, evolucione y esté comprometido con la empresa.

¿Qué podemos hacer para modificar nuestra forma de enfocarnos? Ser los protagonistas del cambio. Dos opciones: mirar o involucrarse. Elegir lo segundo, nos lleva a la mejora; lo primero, a nuestro propio perjuicio. ¿La queja lleva a algún lugar? A ninguno. Sólo a llenarnos de ira e insatisfacción. Por lo tanto, la única persona perjudicada somos nosotros mismos. La teoría, como siempre, es muy bonita. El papel todo lo aguanta pero, cada día que pasa, es un paso más para perder la oportunidad de mejora.

¿Y qué pasa si mi entorno no es el adecuado y no tengo voz? Hay que cambiar de entorno. Simple y sencillo. ¡Cómo si fuera fácil, ¿no?! Claro que no lo es… pero, ¿cómo te ves dentro de cinco años en la misma rutina? Hay que aprender a desaprender creencias limitantes y asumir riesgos (siempre con un cierto control: apoyo familiar, cierto respaldo económico -hay que ir preparando el terreno para ese cambio-, confianza de tu entorno, etcétera). Hay que tomar decisiones.

¿Eres empleable? Incluso dentro de tu propia empresa. Revisa y gestiona tu marca personal. Pide ayuda, feedback. Cuánto antes te muevas, mejor. Busca hacia dónde quieres dirigirte. ¿Cómo podrías conciliar tu vida personal con ese cambio? Hoy, tenemos que comprender que conciliar no es separar tu vida profesional de tu vida personal, sino, cómo logramos integrar ambas. Bien organizados, bien gestionados, con el apoyo de la familia, con mucho diálogo y comunicación, se puede lograr.

Todo requiere una muy buena dosis de esfuerzo en el camino hacia nuestros objetivos. Tener capacidad de adaptación. Otras preguntas que pueden ayudarnos: ¿Qué podemos hacer para incentivar nuestra mentalidad de largo plazo? Estamos tan ocupados en el corto que nos olvidamos, sin agobiarnos, que el largo llegará. ¿Nos hemos preparado para ello? ¿Cómo te focalizas? Tanto sea en tus objetivos personales como profesionales, tener disciplina y no desviarse es elemental.

Esta era digital nos arrastra, seamos conscientes o no, a la dispersión. Damos por hecho y vemos normal la multitarea. Hemos normalizado situaciones que atentan contra nuestra salud mental. Todo esto, no tiene porque ser aceptado. Implementar cambios desde una organización no es sencillo pero, cada vez más, se está tomando consciencia sobre ello. Nosotros también podemos hacer cosas; por pequeñas que sean. La focalización en nuestros objetivos nos habla también de asumir el liderazgo personal.

¡Hola! ¿Cómo puedo ayudarte?