Leo y escucho, en los últimos tiempos, mensajes derrotistas. En lo profesional pero, qué duda cabe, arrastrados desde una vida personal vinculada a lo social; a un contexto que nos moldea y modifica de forma consciente en según qué casos; de forma inconsciente en la mayoría de ellos. Dentro nuestro hay un yo que nos cambia de forma constante. La vida cambia; nosotros cambiamos. No asumir esto es hipotecar las expectativas que nos generamos. Ser realistas no es ser derrotistas. ¿Qué grado de libertad nos damos?

Construir. El futuro nuestro y, por ende, social, se construye día a día. No se espera. El pensamiento crítico es fundamental en tiempos revueltos. Recibimos una enorme cantidad de información interesada desde todas direcciones. Leí algo hace tiempo (no recuerdo quien) que expresó que “las mayorías se construyen a partir del desconocimiento, la desgana y la indigencia intelectual”. Si esto es así (o precisamente por ello), la decadencia económica, ética, moral y social de occidente está ahí.

Cuando se plantea una visión única sobre un tema, la libertad de pensamiento y de acción se desvanecen. Existen, no sólo en nuestro país, intereses políticos (no seamos ingenuos creyendo que unos u otros quieren nuestra verdadera libertad) que creen que la sociedad se puede organizar totalmente desde la razón y que, ellos, son la razón y han venido a educarnos en cómo debemos pensar y actuar. Quienes defendemos la libertad individual sabemos de los límites propios ante nuestro prójimo.

Comprender que, desde la política, se aprueban leyes que afectan a la vida de las personas es esencial para entender el juego de la vida. Desde los impuestos y hasta las normativas que afectan a nuestros movimientos, todo el tiempo estamos condicionados. Por aquello de que las mayorías se construyen a partir del desconocimiento, la desgana y la indigencia intelectual… Si como individuos y ciudadanos no comprendemos lo que ocurre, las libertades presentes y futuras están (se verán) afectadas.

Todo esto no es baladí. Afecta a nuestro estado de ánimo, a nuestras emociones, a nuestros vínculos familiares, sociales y profesionales. Noto con preocupación, sobre todo desde la pandemia a esta parte, como existe un desánimo y malestar que, de momento, asimilo como intrigantes. No sorpresivos. Sí alarmantes. El futuro se construye hoy y la libertad individual es clave en todo ello. En el mundo occidental, en ocasiones, confundimos unos valores y ética individual con el egoísmo. No es así.

Quienes vivimos con ganas, energía y pasión el mundo de las ventas, llevamos una mentalidad a prueba de “noes”. Son muchos los “NO” recibidos a lo largo de nuestra existencia profesional. Más allá de los estudios que podamos tener, la calle ha sido, es y será nuestra mejor universidad. Una escuela de vida. ¿Y qué nos enseña? Que por muchos golpes que recibamos, nada nos detiene a la hora de encontrar respuestas y soluciones para nuestros clientes. Nunca aceptamos excusas para con nosotros mismos.

Tenemos un alto nivel de autoexigencia aunque sabemos de nuestros límites para no pasarnos de frenada y que nos afecte de forma negativa. Por supuesto tenemos nuestros días; faltaría más. De hecho, hay que permitirse tenerlos pero la adaptación a nuevos entornos y situaciones hace que nunca dejemos de revisarnos y aprender. Incluso debemos desaprender lo aprendido, ser flexibles y abiertos a nuevas formas de hacer las cosas. Esto nos hace ser resistentes y proactivos. Resilientes en una palabra.

No hay tiempo para lamentarse; para sentarse a esperar que las cosas cambien. Hay que levantarse y seguir construyendo. Siendo resolutivos, aplicando el pensamiento crítico que derivará en el pensamiento creativo. Esto nos genera ilusión y optimismo fundado. Esto nos muestra otros caminos. Está escrito. Forma parte de la evolución de la especie. Adaptarse o morir en el olvido que lleva a la falta de ganas, energía y actitud. Construir es avanzar y no dejarse llevar por derrotismos imperantes e interesados.

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