En mi largo periplo como Comercial y Formador (especializado en Atención al Cliente, Competencias Profesionales y Ventas), he pasado por una gran cantidad de hoteles y hostales. Viajar por toda España es un regalo. Conoces culturas, geografías, ciudades, pueblos, personas y lugares dónde dormir… En muchos casos, será la primera y última vez que esté en según qué sitios. De otra forma, no habría ido nunca y, una vez allí, raro será que vuelva.

Trabajo para consultoras pequeñas que dignifican su día a día con honestidad y credibilidad y esa gran dosis de esfuerzo y sacrificio para llevar el negocio adelante. Mi reconocimiento y agradecimiento para ellas. También trabajo para grandes consultoras con muy buenas estructuras y con fantásticas personas que hacen sencillo mi trabajo. Mi reconocimiento y agradecimiento para ellos, por supuesto. También tengo mis clientes propios. Estoy muy acostumbrado a ver de todo y eso enriquece la experiencia.

Este es mi día a día. Muchos contactos, mucho networking, muchos desplazamientos. Y es, cuando salgo de Madrid, dónde una parte de mi día es protagonista en los hoteles y hostales donde pernoctar. Este es un “mundo” del que pocas veces se habla y, sin embargo, cuenta muchas historias. Hoteles con todos los matices más acogedores y no tanto… Hostales con todas las limitaciones que huelen a estar en familia y no tanto…

Mi actitud de vida hace que disfrute de las grandes comodidades como que me adapte a lo ínfimamente básico. Mientras publico este artículo, estoy en un pueblo de la provincia de León; en un hostal sencillo y acogedor. Pero he tenido también experiencias maravillosas que hacen exprimir al máximo la asertividad, la paciencia.

Hace ya un tiempo, recuerdo con cariño, como en una formación para una empresa en un polígono industrial de un pequeño pueblo de España (no hace falta dar nombres), cuando me voy a duchar a la mañana siguiente… no había agua. Consultado al dueño, y luego de titubear, casi avergonzado me confesó que como paraban muchos camioneros y se despertaban de madrugada, se quedaba sin agua y tenía que esperar hasta que se llenara el pequeño depósito que tenía.

¡Me ofreció su casa, cercana al hostal, para ducharme! Estas historias reales de nuestra España son las que pocas veces se ven y con las que poca justicia se hace. Personas que, minuto a minuto, dan lo mejor de sí (y casi lo que no tienen) para cuidar a sus clientes. Muchas veces no es lo que ofreces si no lo que no tienes y, con vergüenza, quieres dar.

Muy buenos hoteles y no tanto. Muy buenos hostales y no tanto. Vaya este pequeño y humilde homenaje para todas las personas (empleados y dueños) que, día a día, aportan su saber hacer para que quienes pernoctamos una, dos o tres noches, nos sintamos como en casa. Y cuando esto no se logra, a reírse un poco, buena filosofía y buena actitud. ¡Hablamos de Personas!

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