Viktor Emil Frankl (1905-1997) fue un psiquiatra austríaco autor del libro “El hombre en busca de sentido“, publicado en Alemania en 1946. Sobrevivió en varios campos de concentración nazis entre 1942 y 1945. Con gran lucidez ha reflejado sus vivencias en esta obra de lectura, no sólo recomendada, sino obligatoria. El análisis sobre lo que puede ser el comportamiento humano, su conducta en ambas situaciones y la capacidad de soportar lo indecible, nos dejan un testimonio de una tremenda fortaleza mental y espiritual.

La segunda parte del libro está dedicada a los conceptos básicos de la Logoterapia, de la que, Frankl, fue fundador. En uno de los pasajes introductorios habla sobre “El vacío existencial”:

“El vacío existencial es un fenómeno muy extendido en el siglo XX. Ello es comprensible y puede deberse a la doble pérdida que el hombre tiene que soportar desde que se convirtió en un verdadero ser humano. Al principio de la historia de la humanidad, el hombre perdió algunos de los instintos animales básicos que conforman la conducta del animal y le confieren seguridad; seguridad que, como el paraíso, le está hoy vedada al hombre para siempre: el hombre tiene que elegir; pero, además, en los últimos tiempos de su transcurrir, el hombre ha sufrido otra pérdida: las tradiciones que habían servido de contrafuerte a su conducta se están diluyendo a pasos agigantados. Carece, pues, de un instinto que le diga lo que ha de hacer, y no tiene ya tradiciones que le indiquen lo que debe hacer; en ocasiones no sabe ni siquiera lo que le gustaría hacer. En su lugar, desea hacer lo que otras personas hacen (conformismo) o hace lo que otras personas quieren que haga (totalitarismo)”.

75 años después, este análisis es de una inquietante actualidad. ¿Cuántas personas tienen acceso a una información de calidad y gozan de la oportunidad de profundizar en los conocimientos en una permanente búsqueda de cierta libertad intelectual? La tecnología está permitiendo esto; pero millones de personas están muy lejos de lograrlo.

La mayor preocupación, en temas de formación y capacitación, debe estar orientada a enseñar a las personas a saber “qué” y “cómo” hacer. Desde pequeños, pero también en la vida adulta, mostrar el camino de una búsqueda constante; de no conformarse con la vida que nos ha tocado vivir y entender que dentro de cada uno de nosotros hay otro “yo” que nos va modificando interminablemente.

No hay que temer al cambio, a abrirse, a aprender todos los días. No es fácil pero sólo así se sale de ese vacío existencial y se empieza a encontrar una vía que nos conduce a lo que realmente queremos hacer y ser y, lo mejor, a sentirnos plenos con nuestra existencia. Son tiempos complejos; tiempos de cambios, personales y sociales.

Frankl nos recuerda (y regala), en uno de sus pasajes, “La experiencia de la vida en el campo de concentración demuestra que el hombre mantiene su capacidad de elección. Abundan los ejemplos, a menudo heroicos, que prueban que se pueden superar la apatía y la irritabilidad. El hombre puede conservar un reducto de libertad espiritual, de independencia mental, incluso en terribles estados de tensión psíquica y física. Los supervivientes de los campos aún recordamos a los hombres que iban a los barracones a consolar a los demás, ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Quizá no fueron muchos, pero esos pocos son una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la libertad humana -la libre elección de la acción personal ante las circunstancias- para elegir el propio camino”. Hablamos de personas.

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