María Montessori (1870-1952) fue una pedagoga, médica, psicóloga y psiquiatra italiana creadora del modelo educativo, “Método Montessori”. No sólo cabe destacarla por esta metodología; también ha sido una gran defensora de los derechos de las mujeres. Si tenemos en cuenta la época y ciertas dificultades económicas, estamos hablando de una mujer con una personalidad muy fuerte en cuanto a sus aspiraciones y con una gran confianza en sí misma.

No hay más que conocer su firmeza con Benito Mussolini cuando, en 1926, se funda la Real Escuela del Método Montessori con la ayuda del dictador. Cuando ella observa que, la finalidad de “il Duce”, era adoctrinar a los niños, en lo bélico de sus intereses, renuncia a la ayuda. Mussolini manda a cerrar todas las escuelas abiertas en Italia.

La metodología Montessori (ideada entre finales del siglo XIX y principios del XX y publicada en su libro de 1912, “El método Montessori”) se basa en los principios de actividad y autoeducación:

  • Cuando escucho… entiendo.
  • Cuando veo… comprendo.
  • Cuando hago… aprendo.

El papel del adulto en esta filosofía es “guiar” al niño, darle a conocer un ambiente bueno y cómodo. Ser un observador, estar en continuo aprendizaje y desarrollo personal. El verdadero profesor está al servicio del niño educándolo y debe de cultivar en él la humildad, la responsabilidad y el amor. De esta manera, el niño podrá liberar su potencial para que se autodesarrolle en un entorno bien estructurado.

Quizá una de sus frases más destacadas fue: “Sembrar en los niños ideas buenas, aunque no las entiendan; los años se encargarán de descifrarlas y hacerlas florecer en el corazón”. El trabajo del niño, con la colaboración del adulto, debe llevar a la escuela a no ser “un lugar donde el maestro transmite conocimientos”, sino “un lugar donde la inteligencia y la parte psíquica del niño se desarrollará a través de un trabajo libre con material didáctico especializado”.

Si le damos una vuelta a esta metodología y la acercamos el mundo de la empresa, ¿con qué paralelismos nos podemos cruzar? En su planteamiento pedagógico, Montessori, entendía que los niños deben considerarse seres competentes, alentados a tomar decisiones importantes. Si hablamos de delegar o tener confianza en nuestros colaboradores, ¿les damos libertad para que tomen decisiones importantes? ¿Creamos el clima adecuado para que ello ocurra? ¿Los alentamos a pasar a la acción?

Para Montessori, la importancia de una “mente absorbente” llevaba al niño a una motivación sin límites para adquirir un dominio sobre su entorno y mejorar sus experiencias y compresión de éste. ¿Promovemos, en nuestras empresas, la creatividad y el asumir riesgos? ¿Estimulamos el conocimiento y las ganas de querer aprender más? Un trabajador motivado y comprometido, ¿cuánto podría aportar para mejorar su experiencia laboral diaria? ¿Cuánto mejor comprendería por qué y para qué hace lo que hace? ¿Cómo podría aportar valor si conociera mejor y tuviera un buen conocimiento de su entorno profesional? Sea en el área que sea, ¿podría adquirir lo que conocemos como “tener visión de negocio”?

Si logramos encontrar el “motivo” diario (o por proyectos, por ejemplo), esa causa concreta que mueva a la acción intrínseca de cada trabajador, la motivación como proceso psicológico, que referencia a dicha causa de la conducta en general de esa persona, ¿nos permitiría descubrir la llave para tener trabajadores con mayores niveles de satisfacción, más allá de una motivación extrínseca (nómina a final de mes, por ejemplo)?

Entender, comprender y aprender… Lo que una metodología de más de un siglo y orientada a los niños, puede aportarnos en el complejo mundo adulto dentro de nuestras organizaciones.

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