Fernando Alonso Díaz suele despertar sensaciones encontradas. Gusta o no gusta. Por diversos factores a analizar, que ahora no vienen al caso, genera controversias. Él es uno de los pilotos más importantes en la historia del automovilismo mundial. Ya lo es. A pesar de que su vida deportiva aún no haya finalizado, ha entrado con letras mayúsculas en el recuerdo de los grandes competidores de nuestro planeta.
Bicampeón del mundo de Fórmula 1 con Renault (2005 y 2006). Tres subcampeonatos de F1 con Ferrari (2010, 2012 y 2013). Campeón del Mundial de Resistencia de la FIA (WEC) en 2019. Ganador, en dos oportunidades (2018 y 2019), de la mítica carrera francesa, “24 horas de Le Mans”. Ganador también de otra carrera emblemática en los EE.UU., las “24 horas de Daytona” (2019). Su ambición y competitividad lo llevarán a querer ganar las 500 millas de Indianápolis y poder conseguir la triple corona mundial (Le Mans, Mónaco e Indinápolis). ¿Luego el Dakar? Todo puede ser. El tiempo dirá.
Muchas veces, esos resultados, esos números esconden lo que cuesta llegar a obtenerlos. El día a día, sólo lo conoce quién confía en sí mismo. Esfuerzo, sacrificio, actitud, alta tolerancia a la frustración, perseverancia… Y, sin embargo, hay que remar contracorriente. ¿Contra quién o qué? Contra un sinfín de “especulaciones” y “envidias” que, para un personaje público, están a la orden del día.
Pero lo que Alonso (Oviedo, 1981) nos propone es otra cosa: resiliencia. Cuando no ha logrado los títulos buscados y esperados con Ferrari y McLaren (los dos equipos más grandes de la F1), ha sabido recuperarse y su gen competitivo (ese don que tiene), nos recuerda que cuando queremos dar lo mejor de nosotros mismos, cuando creemos en nosotros mismos, no hay obstáculo que impida alcanzar nuestros objetivos.
Hay dos clases de personas, más allá de los medios con los que se cuenten: quienes creen que pueden y quienes creen que no pueden. Tanto unos como otros, tienen razón. Fernando está entre los primeros. Quienes ponen excusas (por nimias que sean), están entre los segundos. Por cierto, según la R.A.E., resiliencia significa “la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”.
Quienes creen que pueden, buscarán todas las herramientas que estén disponibles para alcanzar sus objetivos personales y profesionales. Siempre con valores de vida. En el largo camino de la vida, los valores marcarán lo lejos que puedas llegar. Sin valores, tarde o temprano, nadie querrá estar a tu lado. La vida misma. ¿Muy competitivo? La competitividad sumada a tus valores, creará una persona con firmeza, determinación y con gran liderazgo interior. Nada tiene de malo querer ser competitivo.
Ante cada adversidad, aparecerá la palabra resiliencia y no habrá excusas. Habrá nuevos objetivos, nuevos retos a superar. Eso se llama crecer, se llama evolución. Muy pocas personas lo entienden… O, mejor dicho, muy pocas personas están dispuestas a salir de su plácida zona de confort y comprometerse consigo misma o lo que es lo mismo, seguirán en una eterna languidez en el camino hacia ninguna parte.
Tomas Alva Edison (1847-1931) fue un inventor, científico y empresario estadounidense, a quien se le atribuye la siguiente frase: “Los que piensan que es imposible, no deberían molestar a los que lo estamos intentando”. Muy conocida esta referencia, debería ser tenida en cuenta, constantemente, para “dejar hacer”; de lo contrario, abstenerse a criticar desde la ignorancia, envidia o falta de iniciativa.