“Por favor, chicos, tengo que defenderme de Hamilton. No me pidáis estas cosas. Por favor, por favor. No inventemos. No inventemos”. Carlos Sainz iba detrás de Charles Leclerc (su compañero de equipo en la Scuderia Ferrari) mientras el Safety Car (coche de seguridad) recorría los últimos metros antes de que se relanzara la carrera. Su ingeniero le había pedido: “Intenta darle una distancia de 10 coches a Charles para intentar ganar espacio”.
No es la primera vez que el madrileño tiene que “obedecer” órdenes de equipo en la mítica marca italiana. Pero este domingo era especial y se notaba en el ambiente. Luego de lograr su primer pole position el sábado, Carlos tenía una confianza extra. Las 52 vueltas al circuito de Silverstone (56 ediciones en este templo del automovilismo) se hacen eternas cuando buscas tu primera victoria y, esa presión añadida, había que gestionarla. Era el momento. Había que ganar.
306,332 kilómetros tuvo que recorrer el coche número 55 para que volviera a sonar el himno español después de nueve años. La alegría, en un deporte tan competitivo como la Fórmula 1, va por barrios y, este pasado domingo, le tocó al madrileño. Una alegría que, si observamos sólo lo ocurrido en este gran premio, nos descubrió cosas que, a quienes seguimos este deporte, no nos sorprenden pero invitan al análisis.
Como pocos equipos, Ferrari defiende que la “Scuderia” siempre está por encima de los pilotos. Un discurso que se agota ni bien existe una lucha entre sus dos corredores. Está pasando ahora y ha ocurrido a lo largo de la historia. Los cinco títulos de Michael Schumacher fueron incontestables sobre quién lideraba. Les paso, con menos suerte a nivel campeonatos, a Fernando Alonso y a Sebastian Vettel.
En una especialidad con tanto dinero en juego; con los mejores ingenieros, proveedores, analistas, técnicos y pilotos, la competencia y la presión son tan bestiales que cualquier discurso deja de ser políticamente correcto en los primeros 15 segundos de oratoria. Si llevamos esto al mundo de nuestras empresas (incluso descartando a las grandes multinacionales), ¿cómo se gestiona el trabajo en equipo? ¿Qué ocurre cuando tenemos personas que destacan por mérito propio?
La gestión de personas es compleja se mire por donde se mire. Hablamos mucho del trabajo en equipo, del liderazgo, de aprender a delegar, de gestionar el tiempo y las reuniones que queremos que sean eficaces, de la gestión del estrés y el trabajo de muchas otras competencias que son deseables que nuestros trabajadores tengan, mejoren o adquieran. ¿Y el contexto?
Muchas veces, cuando gestionamos o somos gestionados, obviamos (en profundidad) cómo nos afecta el contexto. Ahora mismo estamos en una situación que nuestras generaciones no hemos conocido. Podemos recurrir a la historia, leer y comprender qué y cómo se hizo en otras épocas pero la realidad es mucho más tozuda. La incertidumbre vino para quedarse. La volatilidad se ha convertido en una aliada del tiempo y nos juega en contra. La ambigüedad reina por doquier. Vivimos en un entorno tremendamente complejo.
Puestas las cartas sobre la mesa, Carlos Sainz, nos ha regalado un nuevo (viejo) aprendizaje: firmeza para defender una idea; confianza para saber que esa creencia llegará a buen puerto (más allá de los posibles obstáculos); tomar la decisión de comunicar lo que se quiere a sabiendas de que arriesgas mucho; alta tolerancia a la frustración conociendo que llevas detrás de un objetivo mucho tiempo y que los intentos anteriores no habían salido según lo esperado; sabiendo gestionar la presión.
Es bueno que recordemos estos atributos, esta actitud deportiva que también debe ser para la vida misma cuando las noticias económicas, sociales y laborales son las menos halagüeñas en décadas. En ventas solemos argumentar, entre tantas cosas, que de lo único que te va a salvar una racha negativa es teniendo mucha actividad y de la mayor calidad posible; en unas palabras: seguir haciendo mientras soportas los envites de la vida.
Para enfrentar estos tiempos, ¿cómo está tu firmeza, confianza, toma de decisiones, alta tolerancia a la frustración y gestión de la presión? Hoy, más que nunca, fortaleza mental.