La interpretación de Rami Malek como el Freddie Mercury adulto, resulta asombrosa y reconfortante para quienes vivimos la época de la Reina. Quizá, por eso, carece de sorpresa y fascinación “Bohemian Rhapsody”. El que fuera uno de los mejores frontmans de todos los tiempos tuvo la vida que quiso vivir. Ni buena ni mala, la que quiso vivir. Detalles más, detalles menos fue fiel a la frase que se le atribuye: “No seré una estrella de rock. Seré una leyenda”. ¿Una confianza a prueba de balas? ¿Soberbia?

Estrenada en octubre de 2018, la película refleja el imán que tuvo un artista único, disruptivo y extrovertido (sobre el escenario) pero lleno de miedos en un momento de nuestra historia en el que fue un adelantado. Hoy, podría haber miles de Freddies y pasarían inadvertidos. David Bowie afirmó: “De todos los artistas de rock más teatrales, Freddie fue más lejos que el resto… él llegó a los extremos”. Lo dijo alguien que no estuvo muy lejos de esos extremos. Entre leyendas queda la eternidad de los que arriesgan.

Su muerte (Londres, domingo 24 de noviembre de 1991) es de las más recordadas en la historia cultural contemporánea. Sabedor de su enfermedad, busca cierta paz con su entorno más inmediato. La reconciliación con el resto de la banda, el acercamiento a su familia y la relación con Jim Hutton parecen permitirle recuperar su lado más romántico luego de un período turbulento. El cierre de la cinta, con el concierto de Live Aid (sábado 13 de julio de 1985), en un estadio de Wembley absolutamente entregado a ese tipo de magia que desplegaba Mercury, es un rayo de luz que muestra el camino. Su camino.

Lo que en su juventud fue un rechazo a la tradición religiosa (zoroástrico) de su padre, terminaría siendo, dentro de sus días finales y casi sin quererlo, el principio de “buenos pensamientos, buenas palabras, buenas acciones”. Quizá, la mejor forma de homenajearlo sea con una de sus frases que, al final de cuentas, hacen justicia con su estilo de vida: “No me importa morir mañana. He vivido, en toda la extensión de la palabra”.

Las emociones son todo lo que nos mueve y empuja a vivir, a querer estar vivos para disfrutar del mundo, de nuestro entorno, de nosotros mismos. Desde el cerebro tomamos todas las decisiones que, día a día, nos permiten avanzar (o no) en nuestra vida. La calidad emocional que poseemos es capital para el desarrollo de nuestra vida.

Cómo hemos sido educados y cómo nos hemos autoeducado y cultivado (los conocimientos adquiridos) harán el resto. Es, cuando somos adultos, dónde podemos comprender esto. Nuestra maduración, sea en el punto que sea, nos ayuda a revisar ese estado emocional que nos permita tener la mejor experiencia vital posible. Freddie Mercury, dentro de su contexto, lo entendió así; asumió riesgos. Nosotros, también podemos trabajar (asumiendo riesgos) en ello para poder decir que estamos viviendo en toda la extensión de la palabra.

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