Sinceridad, aspecto físico presentable, fiabilidad, iniciativa, comunicación verbal y no verbal. En el cara a cara, pero también en las redes sociales. ¿Cómo cuidamos nuestra imagen y comunicación?
La honestidad en el mundo de las ventas abre puertas. Siempre. Es un trabajo a largo plazo. No todo vale con tal de vender. Lamentablemente hay muchos casos de falta de sinceridad. Cuando ello ocurre, el comercial (independientemente del nombre que la empresa -pyme o grande- le quiera poner) es el principal perjudicado. Un profesional de la venta pasará, a lo largo de su vida, por varias empresas. Venderá uno o varios productos o servicios. Pero hay algo que debe conservar siempre: la sinceridad. Cuando te empiecen a cerrar puertas en más de una empresa por una acción que no ha sido honesta, tu reputación no la vuelve a levantar nadie. Sé profesional. Sé sincero.
La imagen personal es fundamental. Siempre hay que conocer la cultura de la empresa para la que vamos a trabajar y saber cuál es la forma más acorde de nuestra vestimenta. No hay que pecar por exceso ni por defecto. El primer contacto visual es clave. Una imagen descuidada, por mínima que sea, se puede convertir en una objeción oculta. No habrá una segunda oportunidad. ¿Usamos barba? Bien recordada y prolija. ¿Tenemos el pelo largo? Igual. Cuidado con la combinación de colores en nuestras ropas. Si no tenemos quién nos valore, preguntemos a nuestros compañeros/as. No tengamos miedo a preguntar. Somos nuestro propio envase. Cuando nos miramos al espejo, ¿nos gustamos?
La coherencia y seguridad en uno mismo. Debemos ser fiables. Nuestro discurso profesional y personal debe ser único. Cómo lo transmitimos también. Nunca debemos menospreciar a nuestro interlocutor. No prometamos cosas que nunca podremos cumplir. Las cartas siempre sobre la mesa. Ganaremos respeto. Profesionalidad. Nos generará más seguridad en nuestro modo de proceder. El cliente lo agradecerá. Nos recomendará. Seremos fiables.
La iniciativa en la venta es un factor clave. Tenemos dos alternativas. O somos un catálogo ambulante. O somos profesionales de la venta. Conocer muy bien nuestro producto o servicio. Conocer al cliente. ¿Qué es la primera vez que lo visito? Hoy tenemos la tecnología a nuestro favor. A usarla. Ser un sujeto pasivo en la venta está reñido con tener iniciativa. Hay que hacer escucha activa. Observar. Pero en serio. El cliente tiene mucho que contarnos. No le vendamos lo que nos interesa a nosotros, sino lo que a él le interesa o tiene la necesidad. Sólo obteniendo la mayor información posible sabremos como ayudarle a conseguir sus objetivos y, por ende, que nos compre.
La comunicación verbal: cuidemos nuestro léxico. Hay que leer mucho. A los clásicos, novelas, poesía, prensa. De todo un poco, pero seamos, intelectualmente, profesionales vastos. Debemos saber adaptarnos a diversos niveles de interlocución y para ello nuestra preparación debe ser muy amplia. La comunicación no verbal: trabajemos nuestros gestos. La mirada. Las manos. Nuestras expresiones faciales. Nuestras posturas corporales. Tenemos que estar siempre atentos. Una mala comunicación puede ser otro motivo de objeción oculta y el cliente no volverá a llamarnos…
Por último, pero no menos importante: las redes sociales. Hoy en día, a nivel profesional, debemos ser muy coherentes en las redes sociales con lo que transmitimos en persona. Pongamos en Google nuestro nombre. ¿Qué dice de nosotros? ¿Cómo nos muestra? Si queremos tener nuestra vida compartida con nuestros amigos, está muy bien pero cuidemos todos los filtros de seguridad para que nadie más nos pueda observar. Ahora, si queremos que nuestra imagen sea pública, debemos trabajarla con mucha coherencia.
Sobre todo, si eres un profesional de la venta, ¿cómo cuidas tu imagen y comunicación?