Michel Godet (1948. Economista francés) comienza “El rigor de una indisciplina intelectual” (escrito en colaboración con Philippe Durance) con la siguiente y rotunda afirmación: “La anticipación no tiene mayor sentido si no es que sirve para esclarecer la acción”. A lo largo del cuaderno número 20 de “Prospectiva Estratégica: problemas y métodos” (2007), ambos economistas nos abren un mundo de estratégicas pero también de intuición y pasión. La contradicción, a priori, se convierte en necesaria complementariedad. Según la R.A.E., prospectiva, es el “conjunto de análisis y estudios realizados con el fin de explorar o de predecir el futuro en una determinada materia”. Para complementar esta definición, Lexico.com (Oxford), nos habla de una “ciencia que se dedica al estudio de las causas técnicas, científicas, económicas y sociales que aceleran la evolución del mundo moderno, y la previsión de las situaciones que podrían derivarse de sus influencias conjugadas”.
Godet, insiste: “Prepararse ante los cambios previstos no impide reaccionar para provocar los cambios deseados”. ¿Cómo nos estamos adaptando en esta crisis singular que estamos viviendo? ¿Realmente creemos que habrá una nueva realidad? Este planteo, en el consciente colectivo, se convierte en un “contrato” social (no escrito) por el que vamos a “hacer” cosas para que nada cambie… ¿Queremos provocar los cambios deseados? ¿Los cambios son nuestros o están tutelados? ¿Creemos en ellos? Y con más honestidad, ¿están alineados con nuestros valores? ¿Cuál es nuestra motivación interna para hacer que las cosas cambien u ocurran? El futuro no se conquista desde el pasado. La innovación y asumir riesgos tienen un claro componente de futuro; incierto pero futuro al fin. Por lo tanto, es allí donde están las respuestas a nuestras preguntas presentes pero sólo con el compromiso de pasar a la acción hoy. De lo contrario, encontraremos lamentos más que respuestas.
Mejor compañero de viaje es el cómo más que el qué. Podemos definir qué hacer pero pasar a la acción tiene, como principal condimento, el “cómo” lo vamos a hacer. Este “cómo” es estratégico y, como razonábamos más arriba, intuitivo y pasional; por lo tanto, influye de manera muy notable el comportamiento de las personas. Como he mencionado en otros artículos, es el momento de las áreas que trabajan con personas. Se llame Recursos Humanos, Capital Humano o Personal. ¿Acaso está aquí el debate desviado en lo políticamente correcto? Quizá, como ninguna otra crisis anterior, tenemos que tomar grandes decisiones que afectan (y afectarán) a millones de personas.
La literatura empresarial (¿Por qué no personal también?) está llena de ejemplos de como tomando pequeñas decisiones, se vuelven menos improbables las grandes decisiones. Se minimizan muchos efectos directos y secundarios. La pregunta es, sabiéndolo, ¿hemos aprendido algo sobre esto?
La indisciplina intelectual, en el tema que nos ocupa, tiene como filosofía conjugar qué estrategias utilizar sin perder de vista como juegan las emociones y la intuición personal y empresarial. Ambas las presentamos por separado pero, que duda cabe, dentro de una organización tienen capital importancia. En tiempos de coronavirus, crisis económicas y guerra cercana, ¿asumiremos riesgos para una evolución real y tangible orientada a las personas o haremos de cuenta que “hacemos” para que nada cambie? Se necesitan líderes con todas las letras; pero ¡en serio! Que sepan “leer” estrategias y trabajarlas no sólo para el corto plazo. Hoy, más que nunca, nos jugamos el largo.