“Arriesgaron sus vidas para defender una idea. La idea de la libertad”. El entonces presidente de la República Francesa, François Hollande, cerraba su discurso ante unos condecorados (La Legión de Honor) héroes estadounidenses que lograron detener un ataque terrorista en un tren con destino París desde Ámsterdam. Clint Eastwood dirigió esta película (The 15:17 to Paris) en 2018 sobre unos hechos reales acontecidos el 21 de agosto de 2015. Los actores han sido los verdaderos protagonistas: Spencer Stone, Anthony Sadler y Alek Skarlatos.

Hoy, el actor y director, nacido en San Francisco (California), cumple 92 años. Muy pocos están llamados a ser los “elegidos” de la gran pantalla y si es a ambos lados de la cámara, alcanzan los dedos de las manos para certificarlo. A Eastwood, sobre todo como director, le ha encantado contar historias donde lo complejo y profundo del ser humano ha sido el eje de sus rodajes. Incluso exponiéndose. En esta película, queda atestiguado cómo se centra en el personaje de Spencer, un chico con ciertos problemas de déficit de atención que lo han acompañado durante toda su vida.

Decía Anthony Sadler que, “en un momento de crisis, me gustaría que la gente entendiera que debemos hacer algo”.

Aferrándonos a los tiempos que vivimos, donde la amenaza terrorista no ha desaparecido, esta pandemia del coronavirus puede marcar una pequeña pero profunda marca en las generaciones más jóvenes para comprender lo más humano que hay en cada uno de nosotros y que sea lo que prime ante tanto desconcierto en la falta de liderazgo global. Quizá, el “debemos hacer algo”, nos llame a pasar a la acción sobre cientos de situaciones de nuestro día a día que necesitan más compromiso de la humanidad misma. Hablar de lo ya sabido es redundar sobre más de lo mismo. Hablar de personas debería ser la nueva normalidad, la idea de la verdadera libertad.

Esa libertad que comienza con una educación en valores (académica, familiar y sí, también empresarial), continúa con la curiosidad y creatividad propia y nos convierte en ciudadanos responsables de nuestros actos que buscamos crecer y evolucionar, pudiendo ser altruistas y aportando (en todas las áreas de nuestra vida) a un entorno más justo y equilibrado. Al final de cuentas, cuando trabajo mi libertad, día a día, estoy respetando y ayudando a la libertad de mis vínculos más cercanos.

Nunca es suficiente cuando se trata de recordar la también actual situación dramática que se vive en Ucrania y que, más allá del desastre que deja la invasión de una potencia (la que sea) sobre un país libre y democrático, está en juego la libertad. Esto va de autocracia (o cualquier tipo de dictadura blanda llevada a los cánones actuales de formas de gobierno “amables” de tiranos) versus libertad. Está muy bien que hablemos y trabajemos la inteligencia emocional y todo lo que rodea la salud mental de las personas pero no olvidemos que, ahí afuera, sigue habiendo mucho por hacer para defender nuestro bien más preciado: una libertad basada en valores.

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