En pocas ocasiones se habla de la soledad del comercial. Hacer cursos de ventas, formarse, pertenecer a un equipo o empresa, relacionarse con los clientes (internos y externos), viajar, conocer lugares y personas, dormir una noche en una ciudad o pueblo distintos, cruzarse con personas amables (otras no tanto), hacer tareas burocráticas, “pelearse” con la digitalización, frustrarse, alegrarse… ¿Sigo? La vida del comercial, como la de un emprendedor, no es fácil. Por ello, ¿tenemos claro nuestro camino?

Una de las grandes enseñanzas que me dejan tantos años en esto (ahora como consultor y formador), es aprender a disfrutar del recorrido. “Perderse” en el viaje puede hacernos sentir muy bien. Cada vez que visito a un cliente. Cada vez que me proponen una formación. Cada vez que ayudo a un particular a mejorar su perfil comercial. Cada vez que voy por una carretera. Cada vez que me enfrento a un nuevo público objetivo y siento ese nervio por la responsabilidad de dejarles “herramientas” para mejorar.

Tengo asimilado esto: estar presente y disfrutar con cada cosa que pasa. ¿Lo bueno?, agradecerlo y no creer que ya está todo hecho. El día que piensas eso, el camino irá cuesta abajo. ¿Lo no tan bueno?, aprendizaje puro y duro; el resto, fuera. Define la R.A.E. (primera acepción), resiliencia, como la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”. Adquirir fortaleza mental puede ayudarnos a que la subida sea menos complicada. ¿Qué nos puede ayudar?

La competitividad, las ganas y energía, el ponernos objetivos o disfrutar de las relaciones interpersonales es una de las cosas más maravillosas de esta fantástica aventura. En tiempos complejos, debemos focalizarnos en el aquí y ahora. Si dejamos que el contexto nos afecte, nuestra motivación intrínseca puede sucumbir. Querer controlar todo, es inaceptable. Hay que evolucionar nuestra madurez profesional. Ocurrirán cosas inesperadas, imprevisibles, difíciles de gestionar. Nosotros y nuestros miedos.

Cuando avanzamos con luces de miras largas, los resultados llegan. Quienes llevamos tiempo en esto lo sabemos. No hay que perder la capacidad de soñar, de confiar, de retarnos, de inspirarnos. ¿Cómo nos hablamos? ¿Cómo son nuestros pensamientos? Hay que gestionar las modas; cuestionar lo establecido (cierta rebeldía, bien entendida, es necesaria); indignarse está bien cuando el “eso no se puede hacer” impera. Rodearnos de personas que piensen distinto; ya tenemos bastante con nosotros mismos.

El mundo siempre está girando, moviéndose, evolucionando, adaptándose. Puede gustarnos más o menos. La revolución digital nos está dando una patada para salir a buscar nuevas oportunidades. Están quienes no aceptan el juego; estamos quienes vemos oportunidades. No es una competencia por la supervivencia; o sí. Esto es vender, la vida misma. En tiempos revueltos, más madera. La soledad del comercial, del emprendedor tiene mucho de aprendizaje. La calle misma.

“Todo está en cambio, también tú estás en continua transformación e incluso en destrucción, al igual que todo el universo”. Marco Aurelio nos regala esta revelación del libro IX en su clásico “Meditaciones”. Quizá, y sólo quizá, este filósofo estoico también nos cita con la historia cuando, desde los siglos de los siglos, nos recuerda: “Esto es la perfección del carácter: pasar todo el día como si fuera el último, sin agitación, turbación ni teatro”. Paso a paso, día a día. Así se forja la fortaleza del comercial, del emprendedor.

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