En las últimas semanas he sido confidente de temas personales de profunda pena para el alma. Ese lugar dónde no se sabe encontrar respuestas; dónde la tristeza inunda las emociones dando paso al sin sentido, a la frustración, a la desconfianza, a la desilusión. Ha sido en mi entorno pero también en un par de casos en el ámbito profesional. Mi trabajo tiene mucho de generar confianza pero, inexorablemente, de un enorme compromiso conmigo mismo y hacia las personas. Hablamos de Personas.
Hay un paso sencillo cuando estás ante alguien que se abre y te cuenta eso que le bloquea: escuchar; hacer escucha activa. Hay que despojarse de uno mismo; blindar la mente de pensamientos que nada tengan que ver más que lo que tu interlocutor te está compartiendo. La escucha, desde el respeto, el silencio y la verdadera empatía, desemboca en certeras preguntas abiertas para que la otra persona se haga otras preguntas y sea consciente de sus palabras. Provocar la autoconsciencia.
Aportarle a alguien implica ayudar al otro a que encuentre dentro de sí mismo el camino que, inicialmente, está plagado de emociones y sentimientos arremolinados que no permiten visualizar el verdadero sentido de lo que ocurre. En muchas ocasiones, la vida nos pone a prueba y nos “regala”, en ese preciso instante, una situación que, a modo de introspección, debemos saber asimilar. En estos momentos, lo técnico de un puesto de trabajo desaparece; es la persona quien está buscando respuestas.
Cuando estamos en el ojo del huracán no lo sabemos pero es el tiempo, amigo y enemigo de nuestros intereses, mientras se distancia, quien nos permitirá ver con más claridad respuestas a esa dramática vivencia que paraliza nuestras ganas de hacer, de volver a confiar, de volver a ser nosotros mismos. Aquí, se hace grande esa cita que se atribuye a Sir Winston Churchill: “Nunca llegarás al final de un viaje si te paras a tirar piedras a cada perro que te ladre”. Cada viaje como cada etapa de nuestra madurez.
No hay fórmulas mágicas. La vida nos golpea de vez en cuando. Ser autoconscientes de nuestras fortalezas y debilidades es capital para que la frustración y la depresión no se apoderen de nosotros. Hay que saber pedir ayuda. Hay que pasar a la acción por mucho dolor que tengamos. Hay que soportar sin dejar de avanzar. Cuando tu mundo se desmorona, la respuesta está en tu interior. La vida nos reta a cada momento. De eso se trata vivir, de encontrar tu mejor versión ante la adversidad.
No recuerdo de donde lo saqué (ya hace mucho tiempo) pero guardo conmigo 12 cualidades de las personas con fortaleza mental. Ponerlas en práctica cada día, a cada instante y no olvidarlas, pueden darnos, en el medio y largo plazo, resultados esperados y que nos sorprendan de nuestro propio crecimiento. Por supuesto que no es sencillo pero centrarse en ello y evitar agentes distractores harán que progresemos. La primera cualidad es que las personas con fortaleza mental no temen a la soledad.
Las personas con fortaleza mental no viven en el pasado. No intentan agradar a todo el mundo. No sienten que la vida les deba nada. No esperan resultados inmediatos. No tienen miedo al cambio. No pierden tiempo compadeciéndose. No critican ni se la pasan quejándose. Transforman los problemas en éxito. No abandonan fácilmente. Asumen riesgos constantemente. Eligen como sentirse, tienen resiliencia. Lejos de que puedan parecer conceptos de autoayuda, son comportamientos a incorporar.