El miedo tiende a buscar culpables. La división discursiva desde lo político, social y/o laboral, en según qué circunstancias, implica al miedo. De forma implícita o explícita, acuso porque no sé realmente qué está ocurriendo y cómo solucionarlo o porque, consciente, quiero manipular. ¿Improvisación o negligencia? ¿Maquiavelo o El Arte de la Guerra? Estamos viviendo una época jamás conocida contemporáneamente. Los libros de historia nos pueden enseñar cómo se vivía en las epidemias pasadas. Hoy, somos protagonistas. La epidemia es una tragedia. Es grave. Es un drama. Asistimos anestesiados a contabilizar cifras y estamos hablando de seres humanos. Hablamos de personas.
Algunos culpan al capitalismo y la globalización. Otros, pretenden volver a cerrar fronteras dando un poder casi totalitario al Estado. ¿En serio se puede simplificar esta terrible crisis en discursos o conceptos ideológicos y rancios? Si realmente queremos un mundo mejor, más justo, más equitativo, más progresista, mirar viejas ideas caducas, ¿es la solución? ¿Y si practicamos la cooperación, la solidaridad? Pero en serio. ¿Acaso nos contentamos en observar cómo lo puede hacer una ONG u otros grupos (los que sean) a los que tenemos acceso cercano o vía redes sociales? La clave está en la educación en valores (¡siempre ha sido así!) y ésta nos llevará a liderar nuestra propia vida. Una vida rica en valores. Un liderazgo en valores.
La primera palabra que me surge es valentía. Tener determinación, osadía para lograr nuestros propósitos. No implica, la valentía, olvidarme de los otros y asumir riesgos perjudicando a mi entorno. Otra palabra que me motiva es la fuerza de nuestros actos; la intensidad con la que nos expresamos tal cual somos. Ser firmes y respetuosos de nuestro interior para compartir con los demás. Nuestra cultura (la latina) tiene una orientación a las relaciones y tenemos miedo a la palabra disciplina. No hay que elegir una u otra pero ser disciplinados en lo que emprendemos es clave para alcanzar esos propósitos. ¿Cuáles son mis expectativas? Debemos definir, razonablemente, esos objetivos y ser pacientes. La paciencia es capital para lograr sabiduría; esa conducta prudente que nos aporta la vida y que por falta de tolerancia (en muchos casos) solemos no reconocer al distinto, al diferente.
Nuestros padres y abuelos nos han legado un valor de incalculable alcance: la palabra dada. Comprometerse. Cuando me comprometo conmigo mismo, me puedo comprometer con los demás. Hoy se hace fundamental revisar estos valores si queremos un mundo distinto. Para hacer un trabajo profundo interior existe un concepto quizá algo competitivo pero muy necesario para transformarnos: aguantar la presión. La que nos ponemos a nosotros mismos. Tener visión y claridad. Por supuesto, ser resilientes. Posiblemente haya caídas. No es lógico pensar que, porque veamos, leamos o escuchemos palabras bellas sobre la búsqueda interior, ésta vaya a ser un camino directo y sin curvas.
Por último, ¿cómo están los niveles de ego? Coloquialmente, nuestro exceso de autoestima. Según Freud, “es esa instancia psíquica que se reconoce como yo, parcialmente consciente, que controla la capacidad de moverse y media entre los instintos del ello, los ideales del superego y la realidad del mundo exterior”.
Adolecemos de líderes en esta crisis actual. Cuando en una empresa privada se critica su verticalidad por el exceso de burocracia, la estructura de los Estados sigue durmiendo el sueño de los elefantes que, de tan pesados, articular movimientos se antoja una misión compleja y despojada de nervio, de respuesta inmediata. Esta pandemia no va de capitalismo vs. comunismo. Esto va de personas. Esto va de comprender algo que sabíamos pero que el coronavirus nos ha mostrado con su más absoluta crudeza: lo vulnerable que somos.
Tenemos héroes muy definidos y que son nuestros servidores públicos a los que no nos va a alcanzar el tiempo de los tiempos para agradecer tanta entrega, tanto compromiso. En ellos está la respuesta. Seguro que nuestros médicos, nuestras enfermeras y todo el personal que nuclea nuestro sistema sanitario, nos están mostrando el camino. Cada uno de ellos, liderando su propia existencia, asume valiente y soportando una inmensa presión, ha tomado su corazón en un puño y lo ha puesto encima de la mesa. Determinación.
Al resto, nos queda interiorizar e incorporar estos conceptos del liderazgo (individual) en valores. ¿Y en lo colectivo qué? Carácter optimista (no somos ni más ni menos que nadie), confianza como sociedad (no esperar a tener un drama para creer que somos un equipo), ser responsables y tener espíritu emprendedor (no confundir con ser autónomo), coraje y, sobre todo, tranquilidad ante la incertidumbre.
Es tiempo del liderazgo en valores. Individual y colectivo. Se lo debemos a nuestros muertos y sus familias. Nos lo debemos como sociedad.