Desde la pandemia a estos tiempos (no tan lejanos), la vinculación profesional se ha tornado híbrida. Dicho de nuestras relaciones laborales, hoy por hoy, podemos funcionar tanto de forma virtual como de forma presencial. Siempre me he preguntado qué hubiera sido de la vida en general, pero profesional en particular, sin la actual evolución tecnológica. Lo cierto es que hemos tenido que aprender a relacionarnos a marchas forzadas y lo “híbrido”, de momento, estará con nosotros por mucho tiempo.
¿Están preparados social y emocionalmente hablando quienes tienen la misión de gestionar y desarrollar personas para vincularse en este complejo escenario? Si a ello sumamos la incertidumbre, ambigüedad y volatilidad empresarial, producto de años de crisis internacionales (pandemia incluida), podemos concluir en que liderar adquiere una magnitud desconocida hasta ahora. Nos encontramos con un contexto lleno de datos, toma de decisiones y urgencias por resolver de incalculables consecuencias futuras.
El liderazgo híbrido es la respuesta. Llevamos un tiempo con ello pero aún queda mucho camino por recorrer. No tenemos la cultura, ni nos preocupamos por formarnos. Esa formación, no sólo debe profundizar en el liderazgo per se; debe ser introspectiva del propio gestor de personas. ¿Cómo son mis pensamientos? ¿Y mis sentimientos? ¿Me preocupo por comprender mis creencias limitantes? ¿Entiendo qué es la inteligencia emocional y cómo puedo aprender de ella y trabajarla con mi equipo?
Si nos olvidamos de los conceptos que trabaja el liderazgo, la parte más técnica, ¿sé quién soy y cómo actúo para vincularme con los demás logrando ámbitos profesionales eficaces y, a la vez, seguros psicológicamente hablando sin olvidar del “estar” y “ser” con nuestros colaboradores? Cuando la maduración personal y profesional llaman a la puerta, Epicteto nos habla: “No te empeñes en que las cosas sucedan como deseas, desea mejor que las cosas sucedan como suceden, y tu vida discurrirá apaciblemente”.
¿Conocemos cuáles son las expectativas de nuestros colaboradores? ¿Damos a conocer las nuestras? ¿Permitimos, de forma clara y concisa, y sin medias tintas, que nuestros colaboradores expresen dónde, cuándo y cómo quieren trabajar? ¿Adaptamos los objetivos propuestos a esas necesidades? ¿Consensuamos una hoja de ruta presencial y virtual para que sea realista y realizable según los objetivos y las necesidades planteadas? Se podría pensar que es imposible lograr trabajar todo esto.
Y es que ahí está el reto. El liderazgo híbrido debe “equilibrar” la cercanía y la distancia. Debe promover el sentido de pertenencia y el compromiso del equipo. Esto es una labor diaria. Más allá de delegar, que otros tomen decisiones, que haya compañerismo o comunicación eficaz, ¿nos permitimos la creatividad, el ser disruptivos? Si las personas de mi equipo, llevan tiempo sin verse, sin ese contacto presencial tan necesario, ¿podríamos acordar una cena virtual de un par de horas mostrando otras facetas?
Liderar no es fácil y hacerlo con equipos deslocalizados, en remoto, presenciales y tratando de encontrar espacios comunes, necesita de estrategias que lideren contando y conectando con la gente. La maduración, preparación académica y la experiencia son factores claves en esto pero sin inteligencia emocional y un trabajo intrínseco de ese líder, naufragará todo proyecto. Invertir en nosotros mismos, en nuestro desarrollo interior es vital en tiempos bajos en resiliencia y salud mental necesitada de bienestar.