Aún me sigo sorprendiendo. Será porque trabajo desde muy temprana edad, comencé en una enorme multinacional y me adapté (con todas sus consecuencias, por supuesto) a lo que implica, en el trato con diversos niveles de interlocución, la presión, lo políticamente correcto, las formas, el saber estar y ser y un largo etcétera de conceptos que debes aprender a gestionar en estos entornos. Luego, el tiempo me llevó por las pymes (mi padre tuvo la suya y, sin saberlo, también me llevé una experiencia indirecta a temprana edad) donde el trato con la alta gerencia es más cercano y directo. En ambos casos, haces un máster empresarial que ninguna escuela de negocios podrá replicar jamás. Para lo bueno y lo menos dulce, la experiencia es impagable. Si sabes aprovecharlo y comprender cómo moverte, eliminas miedos y prejuicios. Aprendes a ser más resolutivo, proactivo y a escuchar a quienes saben. Buscas alejarte de lo que no aporta (personas incluidas). Es ley de vida laboral si quieres crecer y mejorar. Lo otro es vivir en la queja constante y la involución ya no es sólo profesional; te afecta en lo personal.
En los más de 10 años que llevo como formador, me sigo sorprendiendo de muchos intermediarios (todos los que te puedas imaginar) cuando hablan a la hora de trabajar con la alta dirección. Sea para tener una reunión o plantearles una acción formativa con el nivel operativo, mandos intermedios o dirección. ¿Por qué? Evidentemente quienes gestionan estos temas sienten una responsabilidad enorme porque todo salga perfecto (organización, detalles, resultados y que, éstos, se vean reflejados en la productividad). Es razonable y comprensible pero también existe lo que llamo el «mal de alturas» dentro de una organización. Hay miedo; hay reverencia injustificada. Siempre que he tenido la oportunidad de hablar (e interactuar) con personas que ocupan cargos de alta dirección, terminas observando que quieren lo mejor para sus equipos y dirigidos y que todo fluiría mejor con una comunicación eficaz empresarial que llegue a todos los rincones de la empresa.
La alta dirección no comprende por qué muchos profesionales no actúan de forma natural. Y esto se convierte en un ida y vuelta. Si quienes tienen fuertes responsabilidades no entienden esto, es urgente que «lleguen» a sus dirigidos. No hablo aquí de ciertos directivos donde su ego no les permite siquiera ver estos temas. Eso da para otro artículo. Me refiero a que si, desde la base (o no tanto) existe una actitud de «agradar» para que todo salga muy bien y a la inversa se pide más naturalidad, entonces la comunicación, lejos de querer que sea eficaz, tiene un serio problema de «cercanía». La empresa carece de transparencia, honestidad y sinceridad en las habilidades sociales. Con crisis o sin ella. Con pandemia o no. Presencial o virtual. Si no comenzamos a trabajar la confianza entre profesionales (la inteligencia emocional tiene mucho que decir), tendremos los mejores técnicos, la mejor tecnología pero seguiremos sufriendo de una silenciosa enfermedad estructural: la soledad del miedo.
Miedo a pensar, a expresarme, a opinar, a aportar. Todos estos miedos (justificados o no: perder el puesto de trabajo en estos momentos paraliza mucho y es comprensible) cada vez son más silenciosos. Lentamente, me encierro en mis tareas; me «aislo». Me acostumbro a estar en una zona de pasividad que me lleva a una frustración que se cronifica en el tiempo y, ello, puede derivar en síntomas de ansiedad y estrés. Las enfermedades profesionales están, entonces, muy cerca. El mal de alturas afecta a toda la organización. Es tarea de todos aplicar ya no sólo la comunicación eficaz. Es hora de la comunicación (no verbal y emocional) de la confianza. Se buscan líderes, en todas las áreas, que trabajen desde la confianza. Sin mal de alturas.
Muy bien explicado y pasa muchísimo más de los que nos parece. Incluso en el último trabajo que tuve, yo solía hablar sin tapujos y claramente con mis superiores. Pero en muchas ocasiones, la gran mayoría de mis compañeros tenían miedo a aportar opiniones y a expresar sus desacuerdos cuando había reuniones de todo el equipo en la empresa, cosa que a mi me resultaba muy frustrante, teniendo en cuenta que la mayoría de las veces fue mejor dar la cara. Además de que puedes aportar y obtener mucho más siendo honesto y claro. Y sobre todo, siempre desde el más absoluto respeto a todas las partes, por supuesto.
¡Gracias Pilar por tu testimonio! Es muy importante que visibilicemos estos temas para quitarnos miedos en las empresas y poder tener ambientes más saludables para trabajar. ¡Cordial saludo! Sebas.