Michael Jordan nació el 17 de febrero de 1963 en Nueva York. ¿Estaba destinado a ser uno de los más grandes deportistas de todos los tiempos? “The Last Dance”, el documental estrenado a principios de 2020 por Netflix, lo tiene como principal protagonista, sin perder de vista todo lo que ha girado alrededor de los históricos seis anillos con los Chicago Bulls, entre 1984 y 1998. 14 años de luces y sombras que, ahora, la empresa de entretenimiento estadounidense nos muestra como no lo habíamos visto.

El episodio I, en la primera media hora, es un aviso a navegantes de lo que veremos: enormes jugadores de baloncesto, sus egos, empresarios, periodismo y cómo todo gira entorno al show business. Puede gustar más o menos; la alta competencia es lo que tiene. La segunda media hora, nos muestra sus primeros años en la liga universitaria jugando para Carolina del Norte. En esos tres años, fue mejorando temporada a temporada. Su fichaje por los Chicago Bulls y la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles (1984), lo puso en lo más alto.

En la pretemporada de los Bulls, Michael, comenzó a conocer lo que significaba jugar en la elite del baloncesto mundial. Era un novato pero con mentalidad ganadora. Los primeros partidos fueron el inicio para poner al equipo de la ciudad de Chicago en un lugar del que, en los siguientes 14 años, no volvería a bajarse. Gracias a Jordan, Chicago era un lugar en el mundo. Terminó siendo el novato del año de la NBA 84/85. Michael Jordan, intimidaba. Era ganador cien por ciento.

“El último baile” fue el título que Phil Jackson puso (como motivación del trabajo en equipo) a la temporada 97/98. La última entre todos. Había que disfrutar. Los años dorados de Michael Jordan, Scottie Pippen y Dennis Rodman, llegaban a su fin. El sexto título sería la mejor despedida.

Formar un equipo de trabajo tiene enormes complicaciones. Necesitas tiempo cuando no lo hay. Necesitas compromiso cuando aún no sabes cómo responderán los integrantes. Necesitas resultados para que el proyecto no genere dudas. Necesitas cohesión para no sucumbir ante los desalientos. Necesitas profesionales enfocados. Necesitas personas que quieran evolucionar.

En tiempos turbulentos, la gestión de egos es fundamental para formar o mantener equipos cohesionados. El ser humano ha vivido siempre en la incertidumbre; sólo que ahora es más protagonista que nunca y son los verdaderos líderes (dentro y fuera del equipo) quienes, asumiendo riesgos, sepan capear este largo temporal para llevar el barco a puerto seguro.

De momento, no sabemos dónde está ese puerto (el de cada empresa u organización) pero hay algo que no debemos olvidar: siempre puede haber un “novato” (nuevo líder) que, con firmeza y decisión, tome el balón, se exponga y, después de mucho esfuerzo y superación, encuentre el camino y nos muestre qué y cómo debemos hacerlo. Pero lo más importante, que nos haga ver, dentro de nosotros mismos, el liderazgo personal que podemos llegar a ejercer para aportar en estos tiempos revueltos, no sin superar dificultades, y salir más fortalecidos.

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