“Soy un hombre viejo y he conocido numerosos y enormes problemas, aunque la mayoría de ellos nunca han sucedido”.
Mark Twain (1835-1910). Escritor, orador y humorista estadounidense
No toques. No mires. No hables. No ames. No sufras. No vayas. No hagas. No pienses. No contestes. No te metas. No, no, no y no… Los mensajes, desde pequeños, pueden anularnos. Pero, ¿qué ocurre cuando nos hacemos mayores y seguimos con los noes rondando nuestro diálogo interno? ¿Corazón o consciencia? ¿Van de la mano o separados? ¿Cómo es la toma de decisiones diaria teniendo en cuenta que muchas de ellas están vinculadas a nuestros miedos más primitivos?
Llegamos a la vida adulta y todo lo que se supone que se espera de nosotros, de una u otra forma, nos pasa factura. Y nosotros, ¿qué esperamos de nosotros? El secreto mejor guardado es que, en la lógica de la madurez personal, el control de los miedos no es un buen negocio; sí lo es la gestión de estos. Sabemos que están ahí pero hemos logrado tener “poder” sobre ellos. Si lo que esperamos de nosotros mismos lo conjugamos con la gestión de nuestros miedos, estamos dando un gran paso para enfrentarlos.
El miedo es un estado mental y salvo una enfermedad o accidente grave, todos tenemos la capacidad de mejora, de superación. La pregunta entonces es: ¿hay deseo por quitarse los miedos? Esa famosa zona de confort, ¿nos tiene tan arraigados que no somos capaces de evolucionar? Quienes logran comprender el juego de la vida buscan, tarde o temprano, la libertad. Personal, profesional y, por ende, económica. Son tres pilares fundamentales de nuestro desarrollo que, sin ser llevados al extremo ni excesos, nos permitirán tener una vida cercana a lo que queremos que sea.
Es una tarea muy compleja. Incluso podemos estar solos en el camino pero si confiamos en nuestras capacidades, tenemos paciencia y sabemos rodearnos de los mejores, de personas a las que admirar, el gran esfuerzo tendrá su recompensa.
Tenemos que estar preparados para mucho bombardeo de gente, en nuestro entorno, que te diga que no se puede. Que debes centrarte en un solo objetivo e ir a por él. Nada de lo que pase a nuestro alrededor debe distraernos. Tomar decisiones y pasar a la acción deben ser conductas constantes, perseverantes y con un alto grado de disciplina. Si sabemos lo que queremos, tenemos que ir a por ello. En el camino perderemos cosas, personas… pero, de acuerdo a nuestro nuevo enfoque, ganaremos nuevas oportunidades, nuevas relaciones.
En la mayoría de los casos, los miedos que nos acompañan han sido heredados de nuestro entorno más cercano; cuando llegamos a tener responsabilidades (pareja, hijos, hipoteca, pagos, etc.), la complejidad puede ser enorme. Lamentablemente no nos enseñan, sobre todo en nuestra temprana juventud, a aprender a tomar las mejores decisiones posibles para nuestro medio y largo plazo. Porque mucho de lo que tenemos o no tenemos a los 40 o 50 años es una consecuencia de lo que elegimos 20 o 30 años atrás. No hablamos aquí de temas materiales.
Cuando llegan tiempos de crisis comprendemos como muchos de esos miedos nos paralizan para poder actuar; incluso como podemos ser manipulados. En la era del conocimiento y de la dispersión, debemos profundizar el saber elegir y estar atentos. Cuando llegamos a este nivel madurativo, sólo el miedo natural de la supervivencia puede afectarnos seriamente. La respuesta está en nosotros mismos y en nadie más.