Define la R.A.E., en su segunda acepción, la palabra ilusión como la “esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo”. Quizá por ello, la alegría y emoción pueden embargar a una persona cuando algo que no estaba previsto disfrutar, acontece. El día a día puede ser complejo, estresante, rutinario. Cuando esto se instala en nosotros, la posibilidad de sorpresa se reciente pero cuando esta ocurre afloran emociones y sentimientos que estaban ahí. Sólo necesitaban ser estimulados.
Todo esto debió sentir ella. Llevaba 183 km y dos horas y unos 15 minutos en coche hacia algún lugar que no había visitado jamás. El destino estaba mucho más allá de esos kilómetros pero la magia se presentó cuando el lateral izquierdo de una carretera autonómica, le mostró la inmensidad de un paisaje sacado de un cuento o una película de ensueño. Tuvo, como especial apoyo, un mirador. ¿Importa el lugar? ¿Importa exactamente qué estaba observando a la distancia?
La niña que lleva dentro hizo acto de presencia y no cabía en sí para expresar tanto. La vista no alcanzaba a ver tanto. El cerebro no era capaz de comprender tanto. La magnitud de la montaña puede mostrarte una certeza: no somos nada y lo somos todo. No somos nada porque nos vemos superados por lo nuevo y eso genera cierta sensación de vulnerabilidad, de no controlar lo que tenemos delante de nuestros ojos. Lo somos todo ya que tenemos el desafió ante lo nuevo; es mayúsculo y nos abrimos a ello.
El tiempo que estuvo en el mirador fue memorable. Observar su sonrisa, su actitud, su incredulidad, nos devuelve a reflexionar (más allá de todas las emociones mezcladas) cómo estamos viviendo nuestras vidas. Por supuesto no puede ser extensible a todo el mundo. Hay muchas personas que, en ciudades o pueblos, practican una vida sana a nivel físico y mental pero esto no llega a todo el mundo. Ya sea porque falta información, disciplina para hacerlo o por un tipo de vida profesional compleja.
Ella, lo único que hizo, fue expresarse sin más. No le importó la gente a su alrededor. De hecho, varias personas la miraban no dando crédito a tanta alegría. Y aquí subyace una importante cuestión: ¿nos hemos acostumbrado a llegar a los lugares y mirar sin querer mirar? ¿A hacer la foto de rigor y punto? ¿Estamos perdiendo la capacidad de sorpresa, admiración y felicidad ante lo nuevo, lo que nos desborda de emoción? Cuando observamos a nuestro alrededor, esa sensación está presente.
Ella no sabe de preguntas directas, retóricas o con intención. Sólo se expresa desde la emoción y sin filtros. La tomas o la dejas. Si vas a su lado, tienes que saber que la explosión de sentimientos puede aparecer en cualquier momento que esté debidamente estimulado. Sólo necesitó la capacidad de sorprenderse, un paisaje, un mirador y ser ella misma para comprobar (quizá más los que estaban a su alrededor) qué significa eso de la felicidad.