En los últimos años, se empezó a utilizar, con más vehemencia, la sigla V.U.C.A. para definir la Volatilidad (Volatility), la Incertidumbre (Uncertainty), la Complejidad (Complexity) y la Ambigüedad (Ambiguity) del entorno en el que vivimos y que tiene su origen en las escuelas militares estadounidenses para definir el mundo después del final de la Guerra Fría (período que abarca desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial y hasta la caída del Muro de Berlín en 1989). El concepto de Guerra Fría se sigue utilizando, precisamente, por las características del mismo: no hay acciones directas entre dos o más partes pero sí constante tensión que se ve reflejada (junto a sus consecuencias) en el significado del acrónimo V.U.C.A.

Sin temor a equivocarme, se podría decir que, con la irrupción de las nuevas tecnologías, la crisis mundial iniciada en 2007, la profundización de la transformación digital actual y cómo nos está marcando los pasos el coronavirus, se han acentuado enormemente los conceptos de volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad en estos tiempos que vivimos y que seguiremos estando hasta que encontremos (si eso existe) cierta estabilidad mundial en los años venideros. Este análisis debería llevarnos a comprender dónde estamos parados. Algunas personas verán esto como un verdadero drama que conduce a situaciones individuales donde el estrés, la ansiedad o el agobio, de acuerdo a cada particularidad, afectan su realidad cotidiana. Otras, con el mismo escenario, encuentran (o encontrarán) respuestas propias para pasar a la acción y hacer algo a pesar del clima reinante.  ¿Quién tiene razón ante ambas posiciones? Ninguno de los dos tipos de personas y ambas a la vez.

Hoy, a pesar de tener la realidad que tenemos, a nivel mundial, se vive mucho mejor que nuestros antepasados. Sólo hay que leer y conocer cómo se vivía hace tan solo 100 años atrás (ni hablemos si nos vamos a cinco siglos). El ser humano evoluciona (mental y filosóficamente) a pasos de tortuga comparados con la revolución industrial y tecnológica que nos ha puesto en un vértigo de constantes cambios de compleja gestión diaria. En unos aspectos nos ha facilitado la vida; en otros, acentúa el estar corriendo detrás de los cambios sin siquiera comprender el qué, el cómo, el cuándo o el por qué de ellos. ¿Otra forma de evolución es posible y deseable? No cabe ninguna duda y son tiempos para profundizar el cómo queremos que sea dicha evolución humana.

¿Qué podemos hacer por nosotros mismos y por nuestro entorno más inmediato? Cuando trabajo la proactividad en las empresas, hay cuatro premisas en las que me focalizo en la orientación a las personas: la prospectiva, la estrategia, el resumen de estas dos y pasar a la acción. Esto implica, necesariamente, cuestionar las ideas dominantes, cuestionar nuestro confort. Tarea nada sencilla si queremos evolucionar como personas. ¿Quién no quiere hacerlo y dejar su propio Status Quo está en todo su derecho? Por supuesto; faltaría más pero este artículo no es para esa persona.

Cuatro preguntas fundamentales y profundas a enfrentar por quien sí quiere comenzar el cambio o acentuarlo: ¿Qué puede ocurrir? (prospectiva). ¿Qué puedo hacer? (estrategia). ¿Qué voy a hacer? (resumen de las dos primeras preguntas). ¿Cómo voy a hacerlo? (pasar a la acción). Sobre todo, la fusión entre la prospectiva (“Conjunto de análisis y estudios realizados con el fin de explorar o de predecir el futuro de una determinada materia”, según la R.A.E.) y la estrategia, nos aportarán una visión para vivir en una reactividad constante (nuestro propio contexto de crisis) o enfocarnos en una actitud preactiva y proactiva donde generamos nuestro contexto de crecimiento.

¿Cómo es la calidad de vida que queremos tener? Si pasar a la acción tiene que ver con profundizar en el “¿cómo voy a hacerlo?”, le estamos dando la bienvenida a una madurez (una evolución más de ella) que nos invita a un reto de vida constante que, no sin esfuerzo, sacrificio y constante disciplina, nos lleve a encontrarnos con la persona que queremos ser. Ilusionante gestión de uno mismo donde la intuición, lo emocional y lo racional, se complementan para enriquecernos. Ello, también contribuye a nuestro entorno.

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