A la hora de gestionar un equipo debemos trabajar un par de conceptos que, generalmente se conocen pero no siempre se saben definir: qué significa ser eficientes y qué ser eficaces. Así mismo, a ser claros, directos y concisos cuando comunicamos algo o damos una directriz. Es mucho más firme, convincente y persuasivo dar el mensaje principal, argumentarlo y, si es necesario y hay tiempo, aportar información o datos que sostengan esa argumentación. En general se suele hacer a la inversa. Esto puede deberse a la inseguridad para comunicar algo importante y por cómo creemos que somos percibidos cuando, en realidad, es un tema propio de la persona (sentirse juzgada por sus compañeros, por ejemplo).

En un ejemplo claro de reportar a la dirección general, si se nos pregunta por una situación en particular, la respuesta tiene que ser directa: sí, no o con los matices del caso. Todo lo que sea dar rodeos (exceso de información o que no aporte), pierde eficacia e interés para el receptor. Es fundamental que motivemos y animemos a ser más eficaces pero sin perder la asertividad. Una noticia por muy directa que sea no puede ser brusca o carente de empatía hacia el receptor. En ello también va el liderazgo eficaz.

¿Cuánto trabajamos realmente el pensamiento crítico dentro de las empresas? ¿Cuáles son las causas y las consecuencias de todas las decisiones que tomamos y los hechos que ocurren; dependan o no de nosotros? Es interesante aportar preguntas, generalmente abiertas y de reflexión. Fomentar planteamientos que deben hacerse ante hechos pasados que pueden (una vez descritos) servir para comparar y contrastar, no sólo para tomar las mejores decisiones posibles, sino también para ir evolucionando en las responsabilidades de la gestión y desarrollo de personas. Buscar interconexiones y patrones de similitud para considerar las implicaciones de las respuestas. En muchas situaciones o problemas, hechos pasados pueden ayudarnos a gestionar los hechos presentes.

Así mismo, un mando intermedio o cualquier cargo de responsabilidad de dirección, tiene que comprender los distintos puntos de vista a la hora de tomar decisiones y cómo puede ser percibida (una misma decisión) por la dirección general, otros mandos intermedios, sus dirigidos o, incluso, el cliente (consumidor final). En base a esto, se debe tomar más consciencia sobre cómo es el contexto para cada “parte” de una misma situación y cómo la ve, entonces, cada protagonista. Debemos profundizar en una cultura de apertura y flexibilidad a otros puntos de vista, analizarlos y sacar las mejores conclusiones posibles para futuras decisiones. Incluso se puede pedir opinión, si algún caso lo amerita, a personas ajenas a su área. En ocasiones, una perspectiva diferente nos aporta una idea que no habíamos contemplado.

El pensamiento crítico es clave en la gestión diaria de una organización o empresa. Trabajar con todos los empleados esta filosofía en la calidad de la aportación de ideas o toma de decisiones, actúa directamente en la motivación intrínseca y en el sentido de pertenencia de nuestros trabajadores. Es una tarea educativa que requiere invertir tiempo, paciencia y sabiduría para tener entornos laborales más sanos, reflexivos y productivos pero desde un punto de vista eficiente y eficaz; orientado a las personas. No ir en esta dirección es seguir un camino que, lamentablemente, conocemos de sobra en muchas de nuestras empresas. Un camino gris que va siendo hora, comencemos, como sociedad laboral, a cuestionar y mejorar. Urge evolucionar.

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