“…Descubre que el Camino no acaba aquí. Puede que el viaje parezca cumplido pero es un espejismo. Ningún viaje termina mientras el peregrino pueda dar un paso. No hay que tomarse demasiado en serio la palabra fin. Como sucede con la muerte, el único modo de evitar sus consecuencias es seguir adelante; seguir avanzando. Tentar al destino, una y otra vez. Quizá a lo que tenemos miedo de verdad no es a la muerte, de la que lo desconocemos casi todo; sino a la vida. A perder la vida sin haberla jugado”.
Rescato este extracto de un programa de mi admirado Javier Sierra Albert (1971, Teruel). Escritor y periodista, dirigió y presentó Otros Mundos (2017) en Movistar +. Me atrapó su lema de presentación: “Hay otros mundos pero están en éste”. Perteneciente al poeta francés Paul Éluard (1895-1952), dicho concepto nos sirve como reflexión. Leí algunas vez algo así como que la vida no tendría ningún sentido si la muerte no existiera. Sabiduría popular o no, ¿qué sentido tiene la muerte? ¿Qué sentido tiene la vida?
La filosofía nos aporta pensamiento crítico y éste nos permite cuestionarnos, salir de nuestra zona de confort. El mundo está cambiando a pasos acelerados; lo sabemos desde hace rato. Otra cosa es que lo asumamos y pasemos a la acción. Hoy, la inteligencia emocional está considerada una habilidad; ésta, se puede adquirir y desarrollar. Depende de nosotros. Caer en la excusa de que la crisis, el empresario, la realidad o miles de historias más, sólo nos llevan a nuestro propio camino de involución.
Por derecho propio, una empresa, un emprendedor, un proyecto, un equipo de trabajo, requieren, sin lugar a dudas, de personas con inteligencia emocional. Hoy por hoy, es clave; lo será en un mundo cada vez más orientado a la digitalización total de la vida tal cual la conocemos. El futuro es hoy y lo que no hagas hoy, mañana te penalizará. Hablamos de lo profesional pero, qué duda cabe, atañe a lo personal. ¿Qué sentido le damos a todo lo que hacemos? ¿Comprendemos la importancia del planteamiento?
La capacidad de entender nuestras propias emociones es la esencia de la autoconsciencia. La capacidad de expresar nuestras propias emociones es la esencia del autoconocimiento. Si no comenzamos por nosotros mismo es imposible que haya una evolución en ser inteligentes emocionalmente. Ya no es una cuestión profesional; nos va nuestro crecimiento personal en ello. Esto, ligado al extracto de Javier Sierra, nos tiene que llevar a cuestionarnos cómo es nuestra relación con la muerte.
¿Estamos “perdiendo” la vida sin haberla jugado? ¿Somos la persona que se espera que seamos o nos preocupamos por ser la persona que realmente queremos ser? Cuando la duda nos invade, quedarse quietos, inmóviles no es la respuesta. El reto es seguir avanzando. Sobre todo, después de la pandemia, observo personas que están desmotivadas o faltas de compromiso en el ámbito profesional. Existe un sinfín de casuísticas pero la relación entre el sentido que le damos a la vida o no, nos afecta.
En muchos de mis artículos he manifestado estar al margen de las grandes noticias catastróficas que se nos venden desde los medios de comunicación que venden lo que vende: malas noticias. ¡Eso es lo que vende! Pero hay otra realidad: cada uno de nosotros. Entre otras cosas, si logramos trabajar nuestra inteligencia emocional y somos coherentes con ello, nuestro futuro personal pero, también profesional, debería ir más ligero de equipaje. La muerte, la vida… ¿A qué tenemos miedo de verdad?