En su primera acepción, la R.A.E. (Real Academia Española), define la palabra orgullo como el sentimiento de satisfacción por los logros, capacidad o méritos propios o algo en lo que una persona se sienta concernida. Recibir un premio o una felicitación, es motivo de orgullo. En el fondo, todos tenemos ese sentimiento cuando, entendemos, hemos hecho bien un trabajo.

Sea en el ámbito que sea, el reconocimiento mejora nuestra autoestima. Ocurre que venimos de generaciones en las que dicho reconocimiento ha sido dado (en líneas generales) con muy poca alegría. Se nos había dicho que el trabajo bien realizado es la norma y que no necesitaba de reconocimiento. Somos testigos de muchas personas, en nuestro entorno, sencillamente frustradas.

Hoy, gracias al enorme concepto que engloba la inteligencia emocional, sabemos que podemos aprender a escuchar, a saber observar, a ser empáticos y asertivos. Sabemos que podemos aprender a gestionar nuestras propias emociones teniendo un muy buen nivel de autoconsciencia y que, éste, llega con una profunda introspección cual viaje interior que nos mostrará quienes somos y hacia donde podemos ir, siempre que tengamos un propósito loable. ¿Cómo enfocamos todo esto en el mundo comercial?

Pocas veces se habla de la enorme cantidad de personas que han pasado por esta digna profesión y han manchado su nombre. Ser comercial es una actitud de vida. Te tienen que gustar las personas. ¿Obvio? No siempre. Tienes que tener estrategia: corto, medio y largo plazo. Confianza y resiliencia. Saber estar y ser. Alta tolerancia a la frustración. Tomar decisiones muy complejas en muchas ocasiones y bajo presión. Quienes trabajamos en ventas debemos defender y sentirnos orgullosos (¡Qué sí!) de ser comerciales y formar (en mi caso y de otros grandes colegas) a otros profesionales.

Lo políticamente correcto invade esta época donde escribir, hablar o transmitir temas incómodos está visto casi como un tabú. ¿Cómo vas a decir eso? ¿Qué pensarán? ¿Cómo reaccionarán? ¿Y si te afecta? Miedos, miedos y más miedos…

¿En serio hay que soportar tanta mediocridad? Defender una profesión que ha sido “invadida” por muchas personas que han creído que vender… “vende cualquiera”, es una cuestión de orgullo comercial. No, vender no vende cualquiera. Se requiere formación. Se necesitan muchos años para consolidarse. Muchos golpes; muchos fracasos. Eso enseña y demuestra que, realmente, te gusta este mundo.

Somos competitivos, nos gusta ganar dinero y también nos alegra la felicidad de nuestros clientes. No alegra saber que al otro le va bien. Tenemos un punto importante de altruismo y de motivación intrínseca cuando hemos aportado valor o superado las expectativas de estos clientes. Los proyectos o propuestas que presentamos, no siempre salen pero sabemos que nuestra actividad (en cantidad pero, sobre todo, de calidad) es clave para no venirnos abajo y continuar. Estamos al lado de nuestros clientes para lo bueno y para lo incómodo. ¡Ahí debemos estar! Asumimos un compromiso. Unos códigos (sanos) que se aprenden en la calle.

Podría seguir explicando un sinfín de cuestiones que hacen al profesional de la venta. No tiene sentido focalizarse en quienes han buscado una aventura laboral. Sólo importa recordar nuestro compromiso con un proyecto, con un cliente, con una ética de trabajo y con el beneficio que aportamos a todos nuestros interlocutores con quienes nos relacionamos y, por supuesto, trabajando por nuestro propio interés.

Ser vendedor es una actitud de vida. Dignificar el mundo comercial, nuestra obligación.

¡Hola! ¿Cómo puedo ayudarte?