“La vida consiste en decidir cada segundo, cada día, qué hago y qué dejo de hacer. La libertad es el ejercicio de ese decidir permanentemente”. Antonio Aramayona falleció el martes cinco de julio de 2016. El programa “Tabú”, que Jon Sistiaga dirigió y presentó en #0 (Movistar+), nos mete de lleno en un tema incómodo para la mayoría de las personas. Es el término de la vida tal cual la conocemos sin saber qué hay más allá.
“He procurado a lo largo de mi vida que coincidieran lo que pienso, lo que quiero, lo que hago y lo que debo. Por eso he intentado también que mi vida haya sido digna, libre, valiosa y hermosa. Y así he querido también mi último hálito de vida: digno, libre, hermoso y valioso. Así he querido vivir y así he querido morir”. “Último y final” fue el artículo de este profesor jubilado de filosofía y activista social de Zaragoza.
“Cuando estés leyendo estas líneas, ya habré muerto”. “Es el momento justo de morir. Ni demasiado pronto. Ni demasiado tarde. Es el momento justo de quedar abrazado a mi muerte libre, a esa muerte (como dice Nietzsche) que viene a mí porque yo quiero”.
Define la R.A.E., la palabra tabú, como “la condición de las personas, instituciones y cosas a las que no es lícito censurar o mencionar”. En su segunda acepción: “Prohibición de comer o tocar algún objeto, impuesta a sus adeptos por algunas religiones de la Polinesia”. Más allá de creencias (propias y ajenas) sabemos que nacemos, que nos desarrollamos y que un día, irremediablemente, de la forma que sea, vamos a morir.
Y la muerte es la pérdida… y la pérdida genera dolor. Nadie quiere sufrir; ni física ni mentalmente. Aquí vuelve a aparecer la palabra tabú. Según varios autores, las personas maduramos cuando tomamos consciencia de la muerte y enfrentamos nuestra propia existencia. Por supuesto no todos desean, pueden, saben o quieren recorrer esta vía. Lo mismo, por extensión, le ocurre a una sociedad.
El crecimiento, hacia nuestra propia maduración personal y social, está lleno de temas tabús. Nos falta mucho camino por recorrer. Un camino que tiene como denominador común nuestra propia educación, la cultura, los valores, comunicarnos, dialogar, mirar de frente los grandes temas que atañen a nuestra convivencia… Sólo así podremos hablar, sin medias tintas, de temas capitales para el bienestar de nuestra sociedad. Sólo así, encontraremos la senda de nuestro crecimiento. Hablamos de Personas.
Vivimos en una cultura que no nos enseña a celebrar la vida y la muerte forma parte de la vida. Sólo nos damos cuenta de ello ante la pérdida. ¿Te has preguntado qué has hecho por tus seres amados cuando estaban vivos? ¿Te has preguntado por qué no le dijiste a esa persona (quien sea), “te quiero”? ¿Has ofrecido tu ayuda desinteresadamente? ¿Has salido de tu YO más egocéntrico, ese que posterga, una y otra vez, experimentar con el otro, cercanía, afectos, vivencias, amor, cariño, expectativas, emociones?
La próxima vez que nos lamentemos por la muerte de un ser querido y nos planteemos lo que no hicimos por esa persona, será interesante preguntarnos cuál es nuestro nivel de autoconocimiento, de autoconsciencia sobre quién realmente somos. En la muerte, en la pérdida, posiblemente, esté la respuesta. Antonio decidió cómo hacerlo. No siempre se tiene esa posibilidad desde la madurez emocional y racional.