¿Cómo es tu silla de casa para pasar, digamos, unas seis u ocho horas frente a un ordenador? ¿Cómo es tu conectividad a internet? El ordenador, ¿es tuyo o de la empresa? ¿Lo tenías o te lo han facilitado para esta situación? ¿Cuántas reuniones has tenido por Skype, Zoom o Teams, por ejemplo? ¿Consideras que tienes todo lo necesario para ser productivo desde casa? ¿Tienes buena luz natural o artificial? ¿Cómo es tu espacio para teletrabajar? ¿Tienes buena ventilación? ¿Tienes un lugar (en la casa) adecuado para organizar tu jornada? ¿Cómo gestionas a tu equipo? ¿Cómo sientes que te están gestionando? ¿Tienes exceso de reuniones? ¿Prefieres un vínculo virtual o físico con tus compañeros?
¿Tienes perro? ¿Gato? ¿Tienes hij@s? ¿Cómo llevas el cole de los peques, el trabajo y las cosas de casa? ¿Tienes hij@s muy pequeños? ¿Tienes pareja? ¿Vives solo? ¿Vives sola? ¿Cómo es la situación con tu pareja si vivís juntos? ¿Buena, mala o regular? ¿Tienes vecinos molestos? ¿Vives con tus padres? Si tuvieras la posibilidad de trabajar en un coworking, ¿lo harías? ¿Te dispersas mucho? ¿Puedes concentrarte en una tarea?
Si pudieras evaluar tu grado de efectividad, de uno a 10, ¿dónde te posicionarías? ¿Te han enseñado o formado a teletrabajar o estás aprendiendo de aquella forma? ¿Qué tal el horario laboral? ¿Afecta depender de otros compañeros y que, por sus rutinas particulares, no se coincida en horarios, reuniones productivas o tiempos efectivos? ¿Sientes que te está afectando el estrés, la ansiedad o el agobio? ¿Qué ha supuesto el desconfinamiento dentro de la situación de teletrabajo? ¿Ha cambiado la situación laboral en tu entorno familiar? ¿Los ingresos?
¿Te ha agobiado leer tantas preguntas? A la hora de teletrabajar hay que tener todo esto en cuenta y más. Seguro que se me escapan cuestiones pero hay suficientes para entender que esto que estamos haciendo, ahora mismo, y con una situación excepcional, no es teletrabajo. Es teletrabajo excepcional y punto.
Quienes llevamos años teletrabajando, sabemos lo que ello implica: autoconsciencia de nuestras limitaciones, autodisciplina, clara orientación a resultados, saber gestionar el tiempo profesional y de ocio y un largo etcétera que, lejos del control por el control, exige confianza bilateral para cumplir con los objetivos acordados. Según el criterio de los expertos, pedir el 100 % de atención y productividad, en estos tiempos, es no comprender qué está ocurriendo. Cuidar niños, limpiar, cocinar, lidiar con según que temas importantes y trabajar en un ámbito de confinamiento, no se puede considerar teletrabajo.
Sí es verdad que, aunque sea a marchas forzadas, podremos comprender si estamos preparados para teletrabajar y cómo hacerlo. Por lo pronto, se necesita madurez organizacional; todas las partes deben estar focalizadas en tener una hoja de ruta y unos objetivos claros a cumplir y muy bien procesados. Teletrabajar no es estar conectado las 24 horas del día, ni trabajar 12 horas al día. Teletrabajar es cumplir una rutina de objetivos previamente acordada. Teletrabajar no es pasar las reuniones en las oficinas a videoconferencias y que sigan siendo improductivas (reunirse por reunirse, vamos…). Teletrabajar es confianza, no control. Teletrabajar es responsabilidad de quien lo hace. Teletrabajar es organización y disciplina.
Es un buen momento para saber qué no debemos hacer. Muchas veces cuando no sabemos cómo hacer algo, el ensayo y error es la mejor forma de aprender, rectificar y mejorar. Seguimos con una cultura, incomprensible a estas alturas, de penalizar el fracaso. Las crisis aparecen para eso; para evolucionar. Debemos preguntarnos qué problemas ha habido; personales y de organización. Estamos teniendo una gran vivencia sobre la marcha. Si llegara a haber un rebrote y, luego del desconfinamiento general, tuviéramos que volver (masivamente) a teletrabajar, ¿habremos comprendido la lección? Es deseable no volver a esta situación pero también es deseable evolucionar.
Escribí este artículo (que rescato) en mayo de 2020. Plena cresta de la pandemia. Hoy, debatimos qué modelo debe perdurar en nuestras organizaciones. Empresas que han vuelto 100 % al presencial; otras pocas, siguen en modo remoto y muchas han adoptado un formato mixto. No es querido, por supuesto, pero si tuviéramos que volver a una nueva situación de confinamiento, en el medio o largo plazo, ¿habremos aprendido a gestionar esto o volveríamos a la improvisación? Es deseable que los planes de contingencia estén sobradamente actualizados. Tropezar dos veces con la misma piedra, en este tema, nos dejaría demasiado expuestos a la mediocridad.