¿Qué ocurre en una sociedad para que el pesimismo tenga más rapidez de expansión que el optimismo? ¿Por qué nos adaptamos casi con resignación a las malas noticias? ¿Cuál es nuestro diálogo interno con estas cosas? ¿Tenemos mecanismos para “eliminar” tanta toxicidad de nuestro cuerpo y de nuestra mente? ¿Nos ponemos a pensar por qué somos como somos o, sin más, nos abandonamos a creer que las cosas son como son? ¿Cómo es la calidad de nuestras relaciones?
Parte de las respuestas están directamente vinculadas a nuestra autoestima. La autoconsciencia y el autoconocimiento nos llevan a realizar una profunda introspección de nosotros mismos, necesaria para generar una fortaleza mental y cuidarnos. No todo el mundo sabe cómo o “quiere”. Cuando hablamos de ventas o atención al cliente, quienes estamos en estos mundos, sabemos y necesitamos habernos trabajado interiormente. Es clave para soportar muchos noes sin perder la esperanza.
Quizá, Luis Rojas Marcos, en su magnífico libro “La autoestima (nuestra fortaleza secreta)” (2007), nos aporte luz con una observación sociológica: “Curiosamente, la glorificación de los conceptos de optimismo y felicidad es tal en Estados Unidos que, según las encuestas, la mayoría de la población piensa que con optimismo se puede vencer cualquier adversidad, y que las personas felices tienen más probabilidades de ir al cielo que las infelices. En los países europeos, reconocer abiertamente que uno es optimista y feliz -aunque se la pura verdad- no está bien visto, tiene mala prensa. El planteamiento pesimista y negativo de la existencia que ha primado durante siglos en el mundo tétrico y melancólico de la filosofía europea ha teñido de ingenuidad, de incultura e incluso de ignorancia estos atributos positivos y universales de la humanidad”.
Siempre se ha dicho que los vendedores (como formador y consultor, no sólo me sigo sintiendo si no que sigo vendiendo mis servicios) somos “psicólogos” con nuestros clientes. Vivimos tiempos muy complejos pero no son una excepción a lo que ha pasado en otras épocas durante la historia de la humanidad; sólo que esta, en nuestra vida adulta, nos resulta la más dramática de todos los tiempos. Parece ser que los demonios del universo se han cebado con nosotros. Ni tanto ni tan poco.
Si, como nos ilustra nuestro excelso psiquiatra, nacido en Sevilla en 1943 y radicado en Nueva York desde 1968, existen factores que influyen en la construcción de la idea de quiénes somos, ¿cuánta importancia damos al vínculo con otros? No sólo a las personas de nuestro círculo más cercano. ¿Qué ocurre cuando un cliente me hace una observación y su comentario se queda en mi mente dando vueltas hasta generarme dudas o ansiedad? ¿Cuánto puede llegar a afectarnos esto?
Estar informados, conocer nuestro producto o servicio, conocer el sector y cómo movernos para generar negocio, es una tarea básica, clave y sabida del profesional de la venta. Podríamos decir que es la parte “técnica” de nuestro trabajo. Desarrollar la inteligencia emocional, no sólo es trabajar nuestra consciencia y conocimiento; en épocas inciertas y complejas, es un valor intrínseco que nos permitirá encontrar los equilibrios para que tanto pesimismo encuentre un muro en nuestra fortaleza mental.