Cuando logras enfrentar y comprender el por qué del acto de Ibon Etxezarreta, al que tienes sentado en tu mesa, arrepentido (dentro de lo que se conoce como “Vía Nanclares”) por el asesinato de tu marido, Juan María Jáuregui (29 de julio de 2000), cobran claridad y fuerza dos palabras de las que nos llenamos la boca hablando en el ámbito personal y profesional: empatía y asertividad.

Ibon, junto a otros dos etarras, silenciaron la vida del político socialista de 49 años, en el restaurante Frontón de Tolosa (Guipuzkoa). Maixabel Lasa es el rostro, entre el dolor y la memoria, de la empatía y la asertividad. Generosa, digna, admirable, valiente, fortaleza interior, perdón (que no olvido); así es la exdirectora de la Dirección de Víctimas del Terrorismo del Gobierno Vasco. Un claro ejemplo de llevar a la práctica sus convicciones, sus valores.

Jon Sistiaga y Alfonso Cortés-Cavanillas hacen periodismo con mayúsculas en el documental (que ambos dirigen) “ETA, el fin del silencio”, que el canal #0 de Movistar+ estrenó en noviembre de 2019, en un claro homenaje a todas las víctimas de la banda terrorista a lo largo de su historia. Tema tabú en España, cuando una serie de profesionales afronta esta compleja y sensible tarea, indica la madurez de una parte de la sociedad que quiere, en presente, hablar a todo el conjunto de la misma para que mirar de frente sea un sano ejercicio de memoria.

Luego de verlo, uno se queda con un enorme catálogo de emociones (todas juntas y revueltas). Es incómodo y duro; es necesario. Es complejo por querer estar dentro de la mente de Maixabel, que nos da una verdadera lección de humanidad y valores. Es complejo por querer creer a Ibon y, aún así, hay que confiar.

El camino aún es largo. Está claro que no todos son Maixabel. No todos son Ibon (¿lo acusarán de traidor aquellos quiénes todavía legitiman la violencia en cualquier de sus formas, incluso la política?).

Cuando se hace periodismo en serio, hay reflexión, comprensión, información, sin sensacionalismos ni superficialidades mediocres que no aportan ni educan ni enseñan. El dolor está muy presente en quiénes lo vivieron pero cuando se afrontan estos temas tabúes, una sociedad comienza a transitar el verdadero camino de la madurez hacia temas que la historia, un día (por el motivo que fuera), nos puso como desafío para nuestra evolución.

Debate abierto. No todos lo comprenderán. No todos estarán de acuerdo pero es un sano ejercicio de la democracia afrontar este tema que, para la sociedad española toda, y la vasca en particular, viene a mostrarnos que no somos tan distintos como muchos quieren hacer creer.

La empatía y la asertividad nunca habían tenido un mayor y mejor ejemplo en lo personal. Si trasladamos esto a lo profesional, y con todo el respeto que el tema de este artículo merece, debemos reflexionar sobre el verdadero valor de las personas y cómo estas influyen en ambientes que, pretendemos, sean cada vez más sanos.

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