El periodismo hace tiempo que dejó de ser un lugar de referencia para saber qué es lo que ocurre realmente. ¿Tienen la culpa las nuevas tecnologías que han “democratizado”, en esta globalización cada vez más compleja e ilusoria, el quién cuenta las noticias? Hoy, una persona que quiera estar bien informada tiene, necesariamente, que leer mucho, analizar bastante y tener criterio para explicar. Hay grandes medios y buenos periodistas pero, no nos hagamos trampas al solitario, un medio de comunicación tiene la finalidad de una empresa: ganar dinero.
Están quienes, con sus limitaciones presupuestarias, informan desde dónde pueden y cómo pueden. Están los periodistas que, incluso dentro de un gran medio, han ganado su “derecho” a cierta independencia: tener un editorial sin censuras, aunque haya ciertos temas que no se mencionen. Todo tiene su juego del gato y el ratón. Será por todo esto que existen muy pocos profesionales que cuando nos cuentan lo que nos cuentan, nuestra mente deja de dispersarse por según que universo y presta toda la atención posible. Juan Pablo Colmenarejo fue uno de ellos.
Los seres humanos tenemos un problema muy grande con la muerte. No la miramos de frente, no la incorporamos en nuestras vidas y, por ello, cuando llega, aparece la pérdida. ¿A qué? A todo aquello que no hemos sabido disfrutar; por todo aquello a lo que no hemos sabido decir que NO. Somos naturaleza inconclusa y la muerte pone fin a nuestra vivencia imperfecta. Es verdad que, en ocasiones, llega de forma jodidamente rápida e inesperada. Este miércoles 23 de febrero de 2022, se fue muy temprano Juan Pablo. Me recordó al momento en que se marchó David Gistau.
Estaba escuchando Tiempo de Juego y cuando Paco González lo anunció (en la previa del partido entre el Atlético de Madrid y el Manchester United por los octavos de la Champions), el golpe mental fue duro. Conocí a este madrileño, nacido en 1967, en las noches de Onda Cero Radio, mientras conducía La Brújula. Su voz y estilo, inconfundibles, me enamoraron pero eso no alcanza (en el medio y largo plazo) si no hay “contenido”. Juan Pablo lo tenía. Luego, lo seguí en La Linterna (Cadena COPE). Sabía jugar con la ironía, tenía humor, pausa, silencios y un análisis sosegado.
Su visión era independiente. Esa que se había ganado por derecho propio. Se le sabía honesto profesional de la radio; ese que, con la templanza adecuada, en el medio de una crisis ponía el foco donde otros no miraban. Si bien la costumbre era escucharlo por las noches, los últimos cuatro años lideraba las mañanas de Onda Madrid. Lo seguí escuchando pero menos. Reconozco que su voz me reconfortaba por las noches. Costumbres como decía. Llego hasta aquí, desde el dictado del corazón, para un humilde homenaje a un gran profesional que ha dejado una huella profunda.
Los últimos 15 años ha sido parte de la banda sonora de mi vida y de la de muchos que amamos la radio. La oreja pegada al receptor, el oído atento ya no tendrá a un Juan Pablo que parecía susurrarnos: “Déjame que te cuente…”. Le encantaba contar historias y así nos enganchaba cada noche. Se metía en tu casa y la buena compañía estaba garantizada. ¿La vida es justa? Soy de los que cree que no y, por ello, aprovecho y disfruto cada instante; será por esto, también, que agradezco a la vida haber podido conocer a un enorme profesional que nos regaló momentos mágicos e inolvidables.