Si logras controlar y gestionar las emociones de las personas puedes ser un gran líder. Ese liderazgo puede ser positivo o negativo. Hitler fue un líder negativo y con intención de manipular: supo jugar con las emociones de un pueblo desmoralizado y cometer una de las mayores atrocidades del siglo pasado. Juan Pablo II fue un líder positivo: 23 años de carismático seguimiento de los fieles de la iglesia católica y reconciliando a muchos otros. Por supuesto que hay muchos más ejemplos de personas carismáticas.
Piensa. A tu alrededor. En lo profesional y lo personal. ¿A quién sigues y a quién no? ¿Por qué a unos sí y a otros no? ¿Qué te moviliza para estar de un lado o del otro? Las emociones. La vida va de emociones. ¿Cómo te sientes ahora mismo? Esto puede marcar la diferencia en tus relaciones. Si tu autoestima está bien, está alta, tendrás suficiente personalidad para saber decir no, cuando hay que hacerlo; o saber decir sí, con un compromiso coherente.
¿Qué ocurre cuándo tu nivel de autoconocimiento es muy bajo? ¿Te has preguntado cuánto te conoces? ¿Cómo está tu autoconfianza? Si emocionalmente estás triste, apesadumbrado, puedes tender al aislamiento, incluso estando con gente. Si emocionalmente tienes dudas, todo lo que te digan lo leerás entre líneas, creyendo que hay mensajes ocultos que en realidad quieren decir una cosa que sólo está en tus pensamientos pero no en lo que realmente te quieren comunicar.
Mira a tu alrededor. Habla con honestidad con las personas que te rodean. Pide sinceridad. Ten autocrítica. Aprende a tener conciencia propia. Humildad. Abre tu mente. En estos temas también existe esa zona de confort en la que nos dicen que somos muy guapos pero sólo tú sabes (en tu interior) si ciertas cosas son realmente cómo te gustarían que fueran. La vida va de emociones. Positivas y negativas. ¿Hacia dónde se inclina tu balanza? Es clave la autoconsciencia y el autoconocimiento.
¿Qué sucede cuando todo esto pudiera desbordarnos y no sabemos gestionar bien nuestras emociones? La filosofía estoica puede darnos respuestas a través de uno de sus padres fundadores: Epicteto. Nacido en Hierápolis, ciudad de la provincia romana de Frigia (en Asia Menor) hacia el año 50 d.C., este destacado filósofo, en su niñez, fue enviado como esclavo a manos de Epafrodito. Al recibir enseñanzas filosóficas del maestro estoico Musonio Rufo, fundó su propia escuela en el año 94.
En su Manual de Estoicismo (pieza 26) nos recuerda: “Es posible comprender el propósito de la naturaleza a partir de aquellas cosas en las que no nos diferenciamos unos de otros. Por ejemplo, cuando el esclavo de otro rompe una copa, enseguida estás preparado para decir: “Son cosas que pasan”. Que sepas pues, que cuando rompan la tuya debes comportarte exactamente como cuando se rompió la de otro. Aplica ahora esa conducta a situaciones más graves. Se ha muerto el hijo o la mujer de otro. Nadie habrá que no diga: “Es la condición humana”. Sin embargo, cuando es el hijo de uno mismo el que muere, enseguida decimos: “¡Ay, desdichado de mí!”. Deberíamos entonces recordar cuál fue nuestro sentimiento cuando nos enteramos de que esto mismo ocurrió a otros”. Emociones y estoicismo. Complejo reto de vida.