“Cada vez que muere alguien cercano, uno inevitablemente piensa: no me hubiera costado nada ser más bueno. Sin embargo, uno no lo ha sido. Uno ha insistido en tener razón, lo cual es una mezquindad. Uno debe tratar de no tener razón en las discusiones. Es una descortesía y una crueldad, más que tener razón”.

Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1899 – Ginebra, 1986)

…Y de repente (o no tanto), la muerte sorprende. Ese instante paraliza tu mundo. Ya nada más importa. Lo que hasta ese momento era sublime, excitante, primordial, prioritario… se desvanece. Sólo tú y el recuerdo. Sólo tú. El reloj retrocede hacia un futuro de recuerdos fabricados con esos matices que únicamente tú puedes recoger. Y los recoges.

La muerte es ese denominador común que nos aúna en lo más primitivo de nuestro ser y entonces ocurre… El tiempo perdido. El tiempo pasado. El tiempo no disfrutado. El tiempo no perdonado. El tiempo deseado. El tiempo compartido y no saboreado. Pero ya llegó, la muerte.

¿Sabes por qué llega la muerte? Para recordarnos que estamos vivos. ¿Y qué hacemos con la vida que nos toca vivir? La llenamos de miedos, dudas, sobre actuaciones, poses, posturas, el qué dirán, la mirada indiscreta, los tabúes de cada cultura, no dar ese beso en el momento justo, no decir te quiero (¿sabes que te quiero?) y levantar muros mentales fruto de nuestra miseria en un mundo de mediocre humanidad. ¿No te sientes identificado? Te sorprenderían las historias ocultas que existen ahí afuera.

Duele la partida. Pero más duele observar cómo seguimos sin aprender. No es ingenuidad, no es utopía. Es la realidad de la palabra amar. Es la sensibilidad de amar. Es amar… Pero no. Hasta que no llega la pérdida, la desaparición no queremos verlo.

No tienes ni idea. Ella se lo dijo mientras sus cuerpos se fundían en un abrazo y lágrimas por la pérdida del ser querido. Se escuchan los arrepentimientos, la culpa. Ya es tarde…

No tienes ni idea. ¿Cuánto te hubiera costado ser más bueno? ¿Cuánto te hubiera costado dejar de querer tener razón y decirle lo que realmente sentías por ella o por él? No tienes ni idea del masaje al corazón y a la mente que ello provoca. No esperes a la muerte para decirlo y hacerlo. Ella no es culpable. Sólo llega y hace su trabajo.

“Pero vivir es siempre la aventura a que nos mueve el otro, un riesgo impune donde apostar con ganas a un destino más favorable que la muerte…”

Jenaro Talens (Tarifa, 1946). El espesor del mundo (2003)

¡Hola! ¿Cómo puedo ayudarte?