En muchas organizaciones, y por que no, en nuestra vida particular, manejamos mucha información todo el tiempo y, sin darnos cuenta (en muchos casos), afectamos a otras personas. En una empresa es relevante. En lo privado, cada uno es dueño de sus silencios. La irrupción de las nuevas tecnologías ha venido a generar una gran complejidad interna y externa. Hay que leer y analizar mucho para conocer los mensajes que se transmiten. Así y todo, debemos evaluar también nuestra forma de comprender esto. Cuando estamos rodeados de “credibilidad”, sencillamente, creemos. Cuando nos rodea un mundo tóxico, nuestra sensibilidad a creer nos hace desconfiar.

La gestión de la información es capital para que una empresa funcione. Si estamos en una organización que tiene unos canales de transmisión consolidados y estructurados, cada profesional, en su responsabilidad, tendrá claro su rol y no habrá lagunas que lleven a la desconfianza. No hay que pensar que esto es un imposible. Sin rodearse de tanta burocracia, tener un protocolo de comunicación es ideal. Sencillo, directo, claro. Cuando cada persona tiene claras sus funciones y responsabilidades, asoma la proactividad y la productividad. El diálogo maduro fluye. Los engranajes funcionan.

Sin embargo, en otras empresas, la información es un elemento de poder, una pieza de cambio para amenazar al compañero o ponerle en evidencia. Cuando nos encontramos con colaboradores con esta actitud, internamente sabemos que estamos en una situación muy compleja. Aquí falla la cabeza de la organización. Mirar para otro lado nunca es una buena opción. El ego juega un papel clave en todo esto. Estas situaciones deben trabajarse y erradicarse. Sólo dañan a la empresa en su todo: imagen corporativa y motivación de los trabajadores.

Se suele decir que la información es poder. Mal gestionada (sin saber hacer las lecturas correctas o utilizándola a su favor), empobrece a quién la controla… La vida profesional de una persona es muy larga como para depender de gente tóxica. ¿Qué lleva a alguien a actuar de forma tóxica? Inseguridad propia, miedos a que se descubra su mediocridad o incompetencia, búsqueda de afecto (mal comprendido) y grandes afecciones emocionales lastradas desde épocas infantiles y/o adolescentes. Por supuesto, hablamos de temas no trabajados: conscientes o no. Somos seres emocionales que buscamos justificar, a través de la razón, nuestros actos o decisiones que, en una inmensa mayoría de las veces, tienen una fuerte connotación… emocional.

Rodéate de quién comparte (siempre con unos límites lógicos estructurales y de confidencialidad corporativa) y te aporta, te ayuda a evolucionar como profesional; de lo contrario, y si estás en una “empresa tóxica”, tu salud física y emocional están en peligro de colapsar. ¿Qué hoy la situación está muy difícil? Sí, claro. Pero si no buscas una organización de acuerdo a tus valores, tu cuerpo (tarde o temprano) te lo manifestará. Incluso cuando hablamos de relaciones sociales, la gestión de la información (dentro de ese nivel), puede afectarte. Tú decides…

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